Este martes se reunirán los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de Estados Unidos, Joe Biden. Según manifestó el portavoz de la presidencia rusa, Dmitri Peskov, se espera que ambos líderes “sean capaces de transmitir mutuamente sus preocupaciones, articularlas y responder a ellas”. El último encuentro entre los mandatarios se celebró en Ginebra, en junio de este año.
El asesor de Putin, Yuri Ushakov, informó que los temas a discutir serán la implementación de los acuerdos de Ginebra, así como la situación en Afganistán, Irán, Libia y Siria. A su vez, serán abordadas las relaciones bilaterales, el curso de las consultas sobre estabilidad estratégica y la revisión de la iniciativa de Moscú de celebrar una cumbre de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU).
Pero sin duda uno de los temas más urgentes será el análisis de posibles acuerdos legales para frenar el avance de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este. “Es nuestra propuesta sobre la necesidad de un trabajo conjunto con homólogos, con países líderes, para lograr acuerdos jurídicos que no permitan un mayor avance de la OTAN hacia Oriente y el despliegue de sistemas de armamento que nos amenazan desde el territorio de Estados adyacentes a Rusia, incluida Ucrania”, manifestó Ushakov.
El avance a través de Ucrania y el envío de tropas de este país a la región de Donbass podrían desencadenar un enfrentamiento entre las fuerzas de ambos países y la OTAN. Lo que desde hace meses la prensa occidental advierte como una amenaza rusa y posible invasión de Ucrania, se puede traducir en la intención de occidente de arrinconar a Rusia en las fronteras de su propio territorio.
Ucrania como factor de riesgo
La situación en la región de Donbass, al este de Ucrania, es motivo de inestabilidad y tensiones entre Rusia y Occidente desde noviembre de 2013. En ese momento, una serie de movilizaciones impulsadas por sectores de la oposición al entonces presidente Viktor Yanukovitch, apoyados por las potencias occidentales, comenzaron en Kiev y se extendieron por todo el país tras la negativa de Yanukovitch de firmar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Dichas movilizaciones fueron vistas por occidente como la oportunidad de retirar a Ucrania de la órbita rusa.
El 29 de marzo de 2014, tras la escalada de violencia, el Parlamento ucraniano decidió destituir a Yanukovitch, nombrar un gobierno provisorio y emitir una orden de captura contra el presidente depuesto por “asesinato en masa” tras la rebelión en Kiev. Sin embargo, tras los disturbios en los cuales fallecieron cerca de 60 personas, se conoció una grabación de la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, afirmando que “se hace cada vez más evidente que detrás de los francotiradores no estaba Yanukóvich sino alguien de la nueva coalición”.
Mientras en Kiev las fuerzas pro occidentales ganaban las calles y avanzaban en la destitución del gobierno ucraniano, en el este y sudeste del país la situación era bien diferente. Como respuesta a las protestas, el 11 de marzo de 2014 el Parlamento de Crimea declaró su independencia de Ucrania bajo la denominación República de Crimea, que comprende la península homónima. A su vez, en el referéndum sobre su estatus político del 16 de marzo, se optó por la anexión como sujeto federal a la Federación Rusa.
Luego del referéndum en Crimea, la región de Donbass también avanzó en su autodeterminación. En abril del mismo año y tras enfrentamientos con las fuerzas de Kiev en las provincias de Donetsk y Lugansk, ambos territorios declararon su independencia del gobierno ucraniano. Si bien las tensiones continúan desde entonces, en septiembre de 2014 se firmó el Protocolo de Minsk para poner fin a las hostilidades.
Con el avance de la OTAN hacia el este —bajo la excusa de implementar un escudo de defensa antimisiles—, sumado al hecho de que Ucrania envió recientemente 125 mil soldados a la región de Donbass, las tensiones con Rusia han aumentado significativamente y podrían alcanzar un punto de no retorno.
“La última crisis ucraniana debe resolverse urgentemente para poner fin a su crisis de misiles no declarada”, explica el analista político Andrew Korybko. Dicha crisis se da no sólo por el avance de la OTAN, sino que se enmarca también en la influencia que ejercen líderes políticos de la denominada facción antirusa del “estado profundo” —burocracias militares, de inteligencia y diplomáticas permanentes de Estados Unidos— en los gobiernos de Polonia, Ucrania y los estados bálticos.
El avance tiene como objetivo presionar a Moscú para que pase a ser un socio menor de occidente y muestra la resistencia en aceptar el restablecimiento de la paridad nuclear de Rusia. Según detalla Korybko, “la gran potencia euroasiática se ha convertido en el líder mundial en misiles hipersónicos, que han restablecido la paridad estratégica entre ella y Estados Unidos, las principales potencias nucleares”.
Ante ese panorama, la reunión entre los líderes de Rusia y Estados Unidos tendría el potencial de poner fin al avance de la OTAN hacia el este y, con ello, frenar una posible guerra indirecta entre rusos, ucranianos y fuerzas especiales.
“La lógica militar-estratégica detrás de esto es que el despliegue no oficial de los sistemas de misiles de los miembros de la OTAN en Ucrania podría restaurar la ventaja nuclear de Estados Unidos sobre Rusia, al volver a aumentar sus capacidades de primer ataque que provocaron la última crisis de seguridad global en primer lugar”, apunta Korybko.
La advertencia de Rusia
En este escenario complejo, el presidente Vladimir Putin dejó en claro la posición de su país: “Todo el mundo es consciente de los planes de Estados Unidos de desplegar misiles de alcance intermedio en Europa, lo que supone un gran peligro y una amenaza para nosotros. Todos somos conscientes de que algunos de nuestros socios extranjeros no cesan en sus intentos de romper la paridad, incluso mediante el despliegue de elementos de la defensa antimisiles global en la proximidad directa de nuestras fronteras. No podemos dejar de advertir estas amenazas a la seguridad de Rusia y reaccionaremos de manera adecuada”.
En una hora está prevista videollamada entre Joe Biden y Vladimir Putin. Se espera que la conversación sea una de las más duras de la presidencia. Pese a los continuos desmentidos de Moscú, EEUU advertirá a Rusia sobre sanciones si invade Ucrania.
— Helena Villar (@HelenaVillarRT) December 7, 2021
Si bien las advertencias acerca de una posible invasión rusa en Ucrania aumentan al ritmo de las tensiones, lo cierto es que no existen elementos para anticipar ese despliegue. Sin embargo, la intención de Rusia en el conflicto es evitar que Ucrania se convierta en un miembro de facto de la OTAN y que el bloque comience a desplegar sus “sistemas de defensa antimisiles” en esa nación vecina.
Según explica Korybko, “la facción del ‘estado profundo‘ antiruso de EE.UU. está tratando imprudentemente de poner a prueba el temple de Rusia al permanecer estratégicamente ambigua sobre sus planes de desplegar los sistemas mencionados allí en algún momento en el futuro”. Por otro lado, la presión de la diplomacia antirusa en Ucrania para avanzar en una “limpieza étnica en el Donbass” también es un elemento a considerar en el actual clima de inestabilidad, ya que podría generar una reacción de Rusia y, con ello, un enfrentamiento inminente.
Como explica Korybko, “una facción de política exterior peligrosa sin precedentes está a punto de provocar otra ronda de enfrentamientos nucleares entre las dos principales potencias del mundo si no se les detiene”. La reunión entre Biden y Putin puede evitar la escalada, o bien puede significar el inicio de un conflicto con derivaciones desastrosas para Eurasia y el mundo