Este semana se realizó la 22° cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en Samarcanda, Uzbekistán. Este encuentro es el primero luego de la pandemia de COVID-19, en plena guerra en Ucrania y en un contexto de crisis alimentaria.
La Organización de Cooperación de Shanghai, fundada en 2001, está formada por China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán, Pakistán, Uzbekistán y desde ayer se formalizó el ingreso de la República Islámica de Irán, que concluirá en la próxima cumbre en 2023; además se anunció el posible ingreso de Bielorrusia.
En los inicios de su formación, este organismo fue pensado desde la cooperación internacional, sobre todo económica, aunque también cultural. Sin embargo, con los conflictos bélicos latentes muy cerca de estos países, se realizaron ejercicios militares entre varios miembros. Sin embargo, es falso decir que la OCS tiene como principal objetivo el militar y mucho menos se trata de una “OTAN asiática”.
En su discurso, Vladimir Putin, se diferenció de esa afirmación y sostuvo que OCS está abierta a trabajar con todo el mundo: “La OCS es una asociación sin bloque. Ayudamos a abordar los problemas energéticos y alimentarios que están creciendo a nivel mundial como resultado de ciertos errores sistémicos en las principales economías del mundo en el campo de las finanzas y la energía. Nuestra política no es egoísta”, dijo.
Este año la sede de la cumbre fue Uzbekistán, donde comenzó la antigua Ruta de la Seda. Actualmente sigue siendo muy importante, ya que posee una enorme línea ferroviaria que desde la Iniciativa de la Franja y la Rusa (BRI) —conocida como Nueva Ruta de la Seda— planean continuar hasta la República Popular de China en algunos años. Este país de Asia Central, por su ubicación geográfica, es clave tanto para la BRI como para la OCS.
Lo que más se destacó de este encuentro es que los países participantes buscaron diferenciarse de los bloques occidentales, proponiendo una alternativa en un contexto mundial de crisis económica. Es el caso de Bielorrusia, el presidente Lukashenko sostuvo que su país tiene experiencia en la producción agrícola y que podía aportar al bloque: “Queremos sumarnos al trabajo para garantizar la seguridad alimentaria de la OCS”, manifestó.
Por otro lado, también se escucharon críticas a Occidente. Entre ellas, la del presidente iraní Ebrahím Raisi quién remarcó que “en los últimos años, su región ha experimentado “la interferencia extranjera”. “Estados Unidos no aprendió de su lección en Afganistán, sino que busca desestabilizar la región”, agregó.
En tanto, el presidente chino, Xi Jinping, también se refirió a los conflictos mundiales sin decir nombres. Sostuvo que el mundo de hoy “no es un lugar pacífico” y que existen “dos conjuntos de opciones políticas”: la unidad o la división. Y que esto, “es perjudicial para el desarrollo a largo plazo de la región”.
Sobre este punto, todos los países miembros firmaron en la Declaración de Samarcanda (el documento final de la cumbre) que los Estados miembros se oponen a la agrupación y a los enfoques ideológicos y de confrontación para resolver los problemas internacionales y regionales, y se adhieren a una manera coordinada ante las amenazas de seguridad y los desafíos en campos tradicionales y no tradicionales.
Reunión XI- Putin
El encuentro más esperado de la jornada fue entre los líderes de China y Rusia, que si bien se reunieron en una “trilateral” con el presidente de Mongolia, Ukhnaagiin Khürelsükh, los dos principales referentes del continente asiático dejaron unas puntas sobre lo que pretenden trabajar hacia el futuro y cómo ven el mundo actual.
Putin y Xi no compartían un acto público desde febrero de este año, previo a la invasión rusa a Ucrania. En el nuevo encuentro, los mandatarios sostuvieron que Beijing y Moscú deben coordinarse a través de organismos como la OCS o los BRICS, que promocionen “la solidaridad y la confianza mutua entre sus miembros”.
Por su parte, Xi Jinping declaró que China está dispuesta a hacer esfuerzos con Rusia para asumir su responsabilidad de grandes potencias, y tomar el papel de guía para inyectar estabilidad y energía positiva en un mundo caótico.
La respuesta del mandatario ruso fue la de elogiar la “posición equilibrada” de Beijing en cuanto a la guerra en Ucrania, y expresó que comprendía las preguntas y preocupaciones por parte de las autoridades chinas aunque se mostró abierto a dialogar sobre ese asunto. Esto último generó cierto recelo, y desde la embajada rusa salieron a aclarar que Ucrania no era motivo de conflicto entre la relación de China y Rusia.
Las críticas a los países occidentales no faltaron en la reunión: “Los intentos de crear un mundo unipolar han cobrado recientemente una forma absolutamente fea y son completamente inaceptables”, sostuvo Putin.
El mandatario ruso también mencionó la cuestión Taiwán y condenó “la provocación de Estados Unidos”, además, reiteró el compromiso de Rusia con el principio de una sola China y condenó las acciones provocadoras de algunos países sobre cuestiones relativas a los intereses fundamentales de China.
Por último, el líder ruso manifestó la importancia de la “transición a plataformas de pago nacionales, como el sistema de mensajería financiera del Banco de Rusia o el sistema de pagos transfronterizos de China”. Lo que según él, hará que las liquidaciones entre los Estados sean en gran medida inmunes a los riesgos externos, incluidos los políticos.
Los tres mandatarios cerraron el encuentro expresando que trabajarán juntos para promover una cooperación más profunda entre los miembros de la OCS, basada en el principio de no injerencia, con el fin de construir una plataforma fuerte para defender la seguridad y estabilidad regionales.