En el intercambio de acusaciones entre Alberto Fernández y Cristina Fernandez de Kirchner en las últimas semanas, uno de los ejes más mencionados es respecto a lo que la vicepresidenta llamó un “festival de importaciones”, denunciando que por allí se fugaban las reservas de moneda extranjera Argentina. Mientras que el presidente afirma que lo que sucede es una problemática de crecimiento.
Según los datos del Indec, las cifras de las importaciones alcanzan un número récord y se estima que para finales del 2022 representen un aumento de cerca del 75% en relación al año anterior.
Las tres razones que componen el grueso de las importaciones son: en primer lugar los insumos para la producción (maquinaria o componentes), en segundo la energía (gasoil y gas) y en tercer lugar los productos terminados (autos y computadoras).
Según el Indec, el primero de estos representa el 71% de lo importado, lo que acerca más la realidad a los dichos de Alberto, sólo que se trata de una constante ya existente y no de una nueva dinámica productiva de la Argentina.
¿Qué es entonces el crecimiento?
Ciertamente luego de la pandemia la economía del país ha retomado más dinámica, esto conllevó a que haya crecido la cantidad de importaciones. Lo que no explica es por qué el valor total es mucho más elevado, si los niveles de producción del país no son mayores a otros períodos de nuestra historia.
El déficit de dólares en la industria nacional es ya un fenómeno previo al gobierno del Frente de Todos, ya existía durante los 12 años del kirchnerismo, y tiene un antecedente en la historia argentina desde mitades del siglo pasado. Más bien es un fenómeno de falta de producción de bienes de capital y de insumos a escala nacional. Las empresas dedicadas al consumo interno han sido siempre deficitarias en lo que a entrada y salida de dólares se refiere.
Un informe reciente elaborado por la CELAG, en base a datos brindados por el Indec, refleja cómo se constituye a nivel provincial la generación de dólares y la pérdida de los mismos.
Los dos primeros lugares en materia de exportación los tienen Santa Fe y Córdoba, quienes componen el grueso de la venta de los famosos commodities hacia el resto del mundo. Santa Fe lidera por una diferencia que representa el doble de Córdoba.
En tercer lugar aparece la provincia de Buenos Aires, que es el centro industrial más importante de la Argentina. A pesar de ello no logra superar a las otras dos provincias debido a qué es también una zona productiva que se sostiene sobre mayores niveles de insumos importados. De hecho representa el destino del 43% de las importaciones a nivel país.
Si seguimos pensando la productividad en base a la entrada y salida de dólares, el discurso sobre las provincias productivas y las improductivas de la Argentina toma un rumbo distinto. Esto se debe a que Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) representa la mayor salida de dólares en relación a la entrada de los mismos, por una diferencia abismal respecto del resto del país.
La cantidad de importaciones en la Ciudad de Buenos Aires es diez veces mayor a la segunda provincia que sostiene el mayor nivel de importaciones, que es Mendoza. Por el contraste las provincias del NOA, normalmente incluidas en el grupo de las “improductivas”, se encuentran como parte de las más equilibradas en torno a su balanza comercial.
Esto ocurre incluso teniendo en cuenta que son el principal destino actual de la importación de energía, la segunda razón que explica las importaciones del país y la que más creció este año.
Lo que representan estos datos es que en lo referido al problema de divisas del país, CABA implica una problemática. Ciertamente la ciudad es un centro empresarial del país, sin embargo concentra la mayoría de las actividades que no entran en el esquema “tradicional” de la productividad, ya que los tres mayores sectores de la economía porteña son los servicios inmobiliarios, los servicios financieros y el comercio.
Una explicación sobre por qué han crecido tanto las importaciones a pesar de que el crecimiento nacional de la economía no es exorbitante, tiene que ver con una actitud preventiva del mercado en torno a la devaluación del peso, es decir, compran muchos insumos y capital por la preocupación de que aumenten de precio en el corto plazo, llevando a mayores niveles de importación.
Importadores Argentinos S.A y el control del comercio exterior
Es imposible con la información actual conocer cuál es la dimensión real de estas importaciones especulativas para acumular stock por miedo a la devaluación, pero tampoco se trata de una cifra imposible de alcanzar.
En total un grupo de 600 empresas representa el 75% de las importaciones realizadas en el país. Esto señala un universo relativamente reducido para su control, pero al mismo tiempo habla de la falta de control absoluto que tiene el Estado sobre el comercio exterior.
Santa Fe aparece como caso paradigmático de este problema: como veíamos es la principal fuente de ingresos de divisas al país, al mismo tiempo tiene una industria local que ha alcanzado probablemente los mayores grados de autoabastecimiento de insumos en todo el arco industrial nacional, y al mismo tiempo tanto los puertos como la hidrovía se encuentran en manos privadas o incluso extranjeras.
Se desconoce al día de hoy los volúmenes reales de muchas de las operaciones que se llevan adelante en el complejo agroindustrial santafesino, ya que muchas veces el sistema de registro se resuelve en base a las declaraciones juradas de las empresas, que en el caso actual de la firma Vicentín deja a las claras enormes maniobras de evasión fiscal.
Toman mucho peso dos declaraciones de Cristina Kirchner al respecto de esta situación, cuando dijo que la “Argentina ocupa el tercer puesto en materia de evasión”. Sea totalmente preciso o no, está claro que el grado de evasión es altísimo. La otra es que también ocupamos el tercer puesto en la formación de activos en el exterior.
Estas afirmaciones tienen mucha relación con una demanda popular de la gestión económica del país, que es la nacionalización del comercio exterior, realizada durante el gobierno de Perón.
Hay dos cosas que permitiría una política de control del comercio exterior: Desacoplar el precio interno del externo, fundamentalmente en el rubro de alimentos, lo que es una posible causa de la inflación en el país. Por otro lado, redirigir la rentabilidad hacia la inversión interna, esto significa utilizar las divisas para acumular reservas en el eestado de fragilidad actual o para la promoción industrial en un momento más robustecido de la economía nacional.