El contexto histórico abierto en Latinoamérica por la pandemia terminó de poner sobre la mesa la profunda crisis civilizatoria que se expresa en muchos fenómenos y variables complejas que venimos discutiendo hace mucho; desde la desigualdad, la precarización, la violencia y el narcotráfico, la representación política, hasta los alimentos, el cambio climático y la salud mental, entre muchos otros. Y estos tiempos que vivimos, claro está, también hacen pie en nuestro continente y la disputa se expresa de manera particular en la coyuntura de cada país.
Ante semejante complejidad, queremos compartirles algunas lecturas interesantes que nos aportaron los distintos invitadxs que pasaron por DIALOGO DIRECTO en estos meses de alto voltaje político, fiel al estilo latinoamericano. En primer lugar, una mirada sobre los tiempos de anormalidad y los retos de la izquierda; y en segundo lugar un breve recorrido que recoge los principales aportes de cada país a través de la voz de sus protagonistas.
Tiempos ambivalentes donde puede pasar cualquier cosa
La primera pista para entrar a la discusión las aporta el ex vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, luego de la victoria electoral del MAS en octubre de 2020.
Allí sostiene que estamos atravesando un tiempo ambivalente, que puede estar marcado por mucho dolor, tragedias, pero también por grandes actos de invención colectiva que hagan empujar el mundo de manera positiva.
“Y ese es un gran reto para las fuerzas de izquierda. Saber que no estamos ante tiempos normales. No vayas a buscar normalidad, no va a haber. En la turbulencia, ve creando una línea de acción que avance. Tener la capacidad de colocarte en la cresta de la ola para no salir destrozado con la propia ola, porque todo es muy volátil. No creo que se pueda dar esos años de 2005-2015, de viento en popa. Eso no se va a dar, ni para las fuerzas conservadoras ni para las fuerzas de izquierda”.
También intercambiamos análisis con Ernesto Samper, ex presidente de Colombia, que visualiza un escenario en constante movimiento “que probablemente se profundice en el marco de una crisis global, porque la derecha pasó de la alternatividad democrática a la polarización ideológica, que no es otra cosa que llevar la disputa hacia los discursos del odio y no al terreno de la disputa democrática. No están dispuestos a aceptar ser derrotados. Ese es el campo que la derecha quieren construir en la región”.
Es importante escuchar lo que dicen tanto García Linera como Samper, porque los resultados electorales en Bolivia, Chile o Perú tientan rápidamente a pensar en la posibilidad de una “segunda ola progresista”. Marco Teruggi, cronista internacional, también propone otra lectura: “Es una realidad muy compleja e inestable. Hablar de “ola progresista” en base a resultados electorales reduce la mirada solamente al acceso al gobierno de fuerzas progresistas y deja afuera del análisis lo que sucede después o por fuera de eso. Lo cierto es que estamos en un momento de grandes disputas. Tanto en el acceso a gobiernos como en la construcción de procesos populares muy fuertes, como pasó en Chile desde octubre de 2019, en Ecuador, en Colombia”.
Llevar el análisis más allá de lo electoral permite divisar un fenómeno común en casi todo el continente: la fragilidad del neoliberalismo en tanto propuesta de gobierno o proyecto de mayorías. La crisis de su “horizonte predictivo”, diría Linera. Un momento de disputa, donde parece que el péndulo va cada vez más fuerte. En Ecuador se puede ver hasta dónde está avanzando la restricción democrática, con una fuerte persecución al correísmo; Bolivia con un golpe de Estado impensable; Chile y Colombia, la contracara con una irrupción popular inédita y una feroz represión; en Perú la emergencia de un desconocido para todxs nosotrxs como Pedro Castillo y las maniobras fraudulentas de la derecha peruana para evitar su victoria.
Por lo tanto, esa crisis de horizonte predictivo ultra-acelerada del neoliberalismo también interpela a nuestro campo en cuanto a la falta de una referencia clara que marque el horizonte común de la izquierda y el progresismo en América Latina. Retomando a Teruggi: “a diferencia de lo que pasó a principios de Siglo XXI, con el ciclo de gobiernos progresistas, en este momento no hay un centro de referencia para todos estos procesos en simultáneo. Antes podíamos identificar a Venezuela como una referencia clara. Su fuerza estaba en poder traccionar la integración latinoamericana, para abrir el juego a la democracia participativa, para plantear otro tipo de propiedad más allá de la propiedad privada. Hoy esto no está claro. Son realidades muy complejas y con especificidades nacionales”.
Otra particularidad del momento, que analizamos junto al editor de Revista Crisis, Mario Santucho, es que ninguna de las propuestas políticas actuales logra una estabilidad significativa y aparece un gran interrogante que atraviesa a las fuerzas anti-neoliberales: ¿Qué hacemos? ¿Cuál es y por dónde pasa la alternativa al neoliberalismo?
Decía Mario: “Lo problemático de este escenario se relaciona con que esta apertura de lo nuevo, esa fuerza de creación o ese horizonte que tiene que emerger por la crisis civilizatoria y de la reproducción del neoliberalismo, de la que hablaba Linera, no aparece con tanta claridad. Ante ello, es preocupante que se repongan los discursos más conocidos. Las etiquetas como “nuevo ciclo progresista” o “segunda ola” no nos ayuda mucho a pensar qué está pasando en América Latina. Tampoco resulta adecuado hablar de nociones como las de “transición”. Es necesario poner en duda una noción de la historia como progresiva, como si fuera a algún lado. Poder tomar conciencia del drama que estamos viviendo, sin miedo, y como un momento interesante, para poder habitarlo. Disponiéndonos a lo que se requiera”.
Desde estas premisas es que nos proponemos pensar la disputa como un momento de indeterminación, en donde realmente no sabemos lo que va a pasar, pero si sabemos que no hay que apresurarse a etiquetar sino más bien disponernos a lo que requiera cada capítulo de lo que viene.
¿Cómo está surfeando la ola cada país? ¿Qué elementos aportan esas realidades particulares a la discusión sobre los rumbos regionales?
Ya que nos encontramos no nos separemos mas
Días antes del plebiscito en Chile entrevistamos a Jorge Sharp, Alcalde de Valparaíso y protagonista central de una nueva generación política en Chile, que compartió su optimismo ante una situación regional donde “la derecha gobernó en casi todos los países, por votos o golpe de estado, pero en poco tiempo mostro su incapacidad para gobernar. Solo basta con ver a Bolsonaro, Kutchinski, Macri, Añez, Piñera, Lenin Moreno”
El grito No son 30 pesos, son 30 años mostró que la rabia en Chile no es puro presente, sino que se remonta tres décadas atrás y presenta un largo listado de cuentas pendientes desde el final del Pinochetismo y los inicios de la Concertación hasta la actualidad. Lo que sucedió el 18 de octubre de 2019 tiene que ver con todo eso que paso antes, pero como dice Sharp, “también tiene que ver con lo que pasó ese mismo día”. La aparición de un movimiento de masas, inorgánico, contradictorio, heterogéneo, sin un liderazgo político o una fuerza política que lo lidere. Sin embargo, lo más maravilloso es que la gente se volvió a encontrar. Hay una frase muy bonita que dice: “ya que nos encontramos no nos separemos más”.
Con el diario del lunes, es posible afirmar que el paso tiempo y la pandemia no afectaron el nivel de intensidad política y de movilización. Sin embargo, Sharp afirma que “el sistema de partidos esta en clave pre-18 de octubre. Y eso involucra a todas las fuerzas, incluido el Frente Amplio. Soy de los que piensan que debemos abocarnos a dibujar ese campo político que se propone pensar todo esto como una oportunidad política para el cambio democrático en Chile. Ese campo es amplio, es disperso y es político, pero también es social, y si se propone ser gobierno nacional lo puede ser”. Ese campo político se dibuja en los territorios, en las alcaldías ciudadanas y en el municipalismo: “lo que nosotros creemos desde Valparaíso es que a problemas universales tenemos que construir soluciones territoriales”.
La rabia confinada
En el mismísimo momento que ocurrían las protestas en Colombia, tuvimos una interesantísima charla con Catherine Vieira, una joven residente de Medellín, politóloga y docente de la Universidad de Antioquia. Junto a ella destacábamos lo novedoso de un despertar colectivo en un país que en las últimas décadas fue mayormente gobernado por la derecha, con el uribismo 8 años, luego Santos (ex ministro de Uribe) y ahora Iván Duque. “Ya en noviembre de 2019 había mucha rabia, asesinatos diarios de dirigentes sociales, mucha desigualdad, pero las movilizaciones se cortaron por la pandemia. El problema excede la reforma tributaria y es la pobreza creciente. Es como si el país estuviera enfermo y de repente aparecen síntomas y la gente no puede más y explota. Esa rabia estaba confinada literalmente y un día salió, como una olla a presión”.
Cathy recorre el conflicto social y las movilizaciones a través de la hermosa paleta de colores que es Colombia. Nos habla de una cultura muy alegre, en sus diferentes regiones y expresiones, ya sea en la costa Caribe, Cali, Medellín, Bogotá o en los Llanos. Muchas expresiones vivas en las calles atravesando un proceso muy rico y admirable. En los Llanos se movilizan haciendo unos bailes tradicionales en pareja. En el Pacifico colombiano priman los canticos alrededor de los ríos, en el Caribe las negritudes y la diversidad, y en Medellín o Bogotá son principalmente lxs jóvenes quienes están poniendo el cuerpo en la calle, con sus formas, sus códigos, símbolos y significados diferentes a otras generaciones. Hay mucha riqueza en las consignas.
No obstante, lo más visible es la clara militarización del conflicto social. En las ciudades se están dando situaciones de violación de los DDHH humanos antes practicadas en la ruralidad. Cali vivió una represión espantosa. El gobierno envió 500 uniformados de tropas especiales, 1800 policías, 2 helicópteros y 60 motos. Pero además de la represión estatal, son muchos otros actores armados: las FARC, el ELN, los paramilitares, las BACRIM. Una cultura de la violencia que imposibilita salir del circulo vicioso.
Pero Catherine se esperanza cuando le preguntamos sobre las nuevas generaciones y la naturalización de la violencia: “en esta generación hay una mirada diferente. Creo que hay un ya basta. Hay una fractura generacional que dice que no se puede vivir así. Esta generación tiene una postura frontal a querer una Colombia diferente, no la que aceptaron sus papas y sus abuelos”.
Rearticular los procesos de resistencia
Ecuador presenta otro escenario bien distinto que recorrimos en dos transmisiones de Dialogo Directo, también junto a Marco Teruggi. Ante la victoria de Lasso, la primera pregunta era acerca de las limitantes al interior del correísmo. O en todo caso ¿de qué hablamos cuando hablamos de correísmo? A priori, los resultados electorales y el desarrollo de la campaña muestran que las condiciones de desigualdad en la pelea democrática, ante una institucionalidad tomada por la derecha se combinó con que el correísmo no es ni fue un movimiento político con desarrollo de estructura partidaria, de inserción territorial organizada, de una densidad entre el liderazgo y una identidad.
“No hay partido, ni de cuadros ni masas, ni maquinaria electoral, ni inserción territorial. Hay una clara necesidad de identidad en un espacio político entre el líder y los sujetos votantes- Esta ausencia es una debilidad que se agudiza con la persecución, la cual, en el caso ecuatoriano es producto de la traición de Lenin Moreno, por lo que presenta una situación más compleja de anticipar que si hubiera sido un gobierno de derecha”.
Lo que construye desde arriba, también se tumba desde arriba decimos por acá. El correísmo, la figura de Correa, como el proyecto político que representa, planteó una concepción de un grupo de dirigentes muy formados técnicamente, que accedió al gobierno y desde ahí ejecutó políticas públicas de redistribución, de crecimiento, de consumo, en sintonía con el resto de los gobiernos populares. Pero a diferencia de los demás, no consiguió o no se propuso que entre ese plano y los sujetos destinatarios de esas políticas se construyeran mediaciones, instancias organizativas propias. No sólo no logró desarrollar esto, sino que también tensionó su vínculo con la principal organización del país que es la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, protagonista también de las grandes movilizaciones contra el gobierno de Lenin Moreno.
A partir de que perdieron el gobierno, el correísmo se convirtió en una fuerza política perseguida sin espacios de repliegue. ¿Qué pasa cuando una fuerza política no tiene espacio de repliegue? ¿A dónde va cuando no está en el gobierno? ¿Dónde se rearticulan esos procesos de resistencia?
“Sin esto, hay un problema. Si el movimiento no tiene capacidad de generar manifestaciones callejeras, ni capacidad de repliegue territorial, ni capacidad de repliegue sindical, ni capacidad de repliegue en un centro de pensamiento ni en un partido quedan una serie de cuadros/dirigentes en una situación muy precaria y frágil. Esto nos lleva a pensar con qué tipo de democracia nos encontramos en América Latina, donde Ecuador aparece como un caso paradigmático. Frente a un contexto de avance del lawfare, de la persecución política y mediática, hay que construir estratégicamente otras formas para poder resistir”.
Integración regional, entre el terruqueo y la agenda popular
En la emisión especial del ballotage en Perú, Juan Grabois nos contaba como las carreteras de Perú estaban colmadas de carteles que rezaban “no al comunismo”, “te van a expropiar tu casa”, “basta de terrorismo”. Días antes, una masacre de campesinos se difundía con volantes de Sendero Luminoso que llamaban a votar por Castillo. Una práctica que los peruanos llaman “terruqueo”, acusar de terrorista a cualquier que se oponga al status quo. Una tradición claramente fujimorista que tiene un impacto emocional fuerte, genera miedo en la población, y los factores que manejan esas operaciones no son los democráticos sino empresarios y judiciales.
En el mismo sentido, Ricardo Giménez, sociólogo y comunicador de la Universidad IVG de Perú se refirió a este hecho: “el poder concentrado y los aliados mediáticos violaron toda ética electoral con una campaña multimillonaria de carteles luminosos en Lima, que nadie controló de donde salió la plata para financiarla. No hay que olvidar que el fujimonismo quiere acceder al gobierno para desmantelar las causas judiciales en su contra, tanto a Keiko como a su padre, que actualmente está preso por robos y asesinatos”. Como en Chile, son 30 años de un proceso neoliberal profundo, desde el Fujimorismo, la descomposición del sistema de partidos, los elevados niveles de corrupción, continuos choques entre el poder ejecutivo y el legislativo y altos niveles de inestabilidad política en general. No daba lo mismo quien gane o quien pierda.
Lo más interesante de la emergencia de un candidato como Pedro Castillo es el hecho de que expresa algunos dilemas que no están saldados en el campo popular latinoamericano. Juan Grabois hace referencia a dos tipos de agendas: “hay una contradicción entre lo que se podría llamar “agenda progresista” y “agenda popular”, una agenda que pone el foco en la ampliación de ciertos derechos y libertades personales, y una agenda que plantea como prioritario la lucha contra la desigualdad, la recuperación de los recursos naturales estratégicos, la reforma agraria, como aparece en el caso de Castillo”.
Este complemento que no se termina de consolidar, limita actualmente un programa de transformación social de desarrollo humano integral que abarque todos los aspectos y que logre enamorar a las mayorías durante una gestión de gobierno como la que se viene.
En la misma charla se sumó Ernesto Samper, que hoy prefiere poner el foco en que la elección de Castillo también es el resultado del fracaso de los gobiernos de derecha, que fracasaron internamente y externamente alineándose con EEUU y condenando a sus países hermanos. Por ende, la principal preocupación debe pasar por dar vuelta esa debilidad de los proyectos populares latinoamericanos al día de hoy y apostar por la integración siempre. “Nunca fue más necesaria la integración como ahora, porque nunca estuvimos tan desintegrados como ahora. Hubiera sido importante el papel del Instituto de Salud de UNASUR que estaba en Rio de Janeiro. Teníamos experiencia en el manejo de pandemias. Podríamos habernos asociado para comprar vacunas, avanzar en investigación científica y médica. La gravedad de la pandemia tiene relación directa con la desintegración regional”.
El empate hegemónico y después
A modo de resumen, aparece como algo de vital importancia pensar algún concepto que sintetice este momento del continente latinoamericano. ¿Estamos en una etapa de disputa, en una etapa de transición, ambas o ninguna?
Durante la emisión especial sobre de las elecciones en Perú y Ecuador, Juan Monteverde, militante de Ciudad Futura y conductor de Dialogo Directo, trajo a la mesa el concepto de empate hegemónico. “Es muy interesante recuperarlo en este momento de América Latina “ahí Juan Carlos Portantiero analiza la etapa posterior al golpe del 55 en Argentina y la imposibilidad de concretar un nuevo proyecto de transformación. El empate hegemónico es un empate entre fuerzas que alternativamente son capaces de vetar los proyectos del otro, pero que no tienen la fuerza suficiente para imponer el proyecto propio en el largo plazo. Creo que en esa situación estamos hoy, en este péndulo de proyectos políticos que llegan al poder y se encarga más de desmontar el proyecto anterior que de construir el propio.
Este empate nos interpela y nos lleva a preguntarnos ¿cuál es nuestro proyecto? No somos neoliberales, pero: ¿Que somos? ¿Qué proyecto propio tenemos? ¿Cómo lo ponemos a andar?
Dialogo Directo nació como una manera de encontrarnos en medio de la pandemia y poder debatir temas que nos parecen importantes y estratégicos. A quienes formamos parte de este proyecto colectivo, como es el caso de Ciudad Futura y el Colectivo Editorial Crisis, el aislamiento nos puso ante el desafío de reinventar la potencia que tenían los encuentros y las reflexiones colectivas, cara a cara, que sin duda ocupaban un lugar central de nuestra vieja normalidad. Por eso inventamos este formato de programa semanal, vía YouTube, que nos permitiera seguir hablando de política sin intermediarios, para poder tramitar lo que nos está pasando a la vez que encontrar, entre tanto caos y griterío, algunas claves del mundo que se viene.