Ucrania y el debate por la seguridad europea

Biden y Scholtz se reunieron en Washington; Macron y Putin hicieron lo propio en Moscú. Crisis de consenso en plena escalada de tensiones en Ucrania.

OTAN RUSIA ESTADOS UNIDOS

Tras varias semanas de tensiones en el este europeo, el presidente Joe Biden y el canciller alemán Olaf Scholtz se reunieron en Washington este lunes. Al mismo tiempo, en Moscú, se concretó un encuentro entre el presidente ruso Vladimir Putin y su par francés Emmanuel Macron. Ambas agendas estuvieron centradas en la situación del este ucraniano y la necesidad de reducir las amenazas.

Por el lado de Washington, el mensaje público de Biden se centró en el gasoducto Nord Stream 2, que conecta Rusia con Alemania a través del Mar Bãltico y que debería ser inaugurado en los próximos meses. “Si Rusia invade, es decir, si los tanques y las tropas vuelven a cruzar la frontera de Ucrania, entonces ya no habrá Nord Stream 2”, sentenció sobre el proyecto, que ya venía siendo criticado por líderes estadounidenses desde la firma del acuerdo. Por su parte, el canciller alemán insistió en la necesidad de encontrar una solución al conflicto y advirtió que “es necesario que Rusia entienda que pueden pasar muchas más cosas de las que quizás han calculado ellos mismos”. Scholtz evitó hacer referencia puntual a la amenaza proferida por Biden minutos antes.

Del otro lado del globo, Macron y Putin mantuvieron una reunión de cinco horas en el Kremlin. Si bien no se difundieron conclusiones concretas, el presidente ruso manifestó en conferencia de prensa que algunas de las ideas presentadas por Macron pueden servir de base para futuros avances. Ambos acordaron volver a reunirse tras el viaje que hará Macron a Kiev, y a instancias del francés se propuso la construcción de “garantías concretas de seguridad” a todos los países involucrados en el conflicto. 

Las garantías que menciona Macron pueden entenderse como referencia a las demandas de Putin, que plantea mayor participación rusa en el debate sobre la seguridad de Europa y, fundamentalmente, el veto al ingreso de Ucrania a la OTAN. Este último es un punto donde no hay acuerdo entre las partes, y desde el Kremlin se llegó a advertir que un conflicto militar sería inevitable en caso de que Ucrania entre a la asociación, o incluso en caso que se intente una invasión a la península de Crimea.

Previoa la reunión con su par ruso, Macron aseguró que los países occidentales necesitaban hacer concesiones al Kremlin, y se mostró receptivo a la posición de Moscú de defender sus intereses de seguridad. “El objetivo geopolítico de Rusia hoy claramente no es Ucrania, sino esclarecer las reglas de convivencia con la OTAN y la Unión Europea”, señaló.

Falta de consenso

Las reuniones en Washington y Moscú evidenciaron la falta de consenso en Occidente respecto al vínculo con Rusia. Mientras desde Estados Unidos, Gran Bretaña y otros socios menores de la OTAN se insiste en la idea de una amenaza inminente —a las cuales el propio presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, les bajó el precio—, Francia y Alemania apuestan a sostener el diálogo y no avanzar con medidas que puedan dañar las relaciones diplomáticas y económicas con Rusia. Ambos países mantienen distancia de las amenazas de Estados Unidos, al tiempo que intentan no desentenderse de sus compromisos con la alianza militar y las exigencias de sus socios. 

Por el lado alemán existe una práctica sostenida desde el fin de la Segunda Guerra Mundial de no enviar armas mortíferas a zonas en conflicto, algo que ya ha motivado críticas por parte de Gran Bretaña y Ucrania. A esto se suma la necesidad de avanzar con el gasoducto Nord Stream 2 en plena crisis energética en Europa. Alemania es también el segundo socio comercial de Rusia: se estima que cerca de 4 mil empresas alemanas operan en el sector productivo del país. Es por eso que existe el temor de que eventuales sanciones contra Rusia tengan un impacto negativo en el país y en el gobierno alemán recientemente formado.

Desde Francia, el presidente Emmanuel Macron insiste en que las sanciones económicas contra Rusia deben ser el último recurso. Tanto Alemania como Francia son países mediadores de la situación que se arrastra desde 2014 en el este ucraniano, tras los referendos en Donetsk y Lugansk. De allí surgieron los acuerdos de Minsk, donde las partes involucradas se comprometieron a reconocer los territorios independientes y terminar con las hostilidades. Dichos acuerdos nunca fueron cumplidos por Kiev, y es uno de los asuntos que mayor tensión genera entre Rusia y Ucrania.

A la distancia, Vladimir Putin y Emmanuel Macron matuvieron su reunión en Moscú.

Del otro lado de la alianza, se insiste en la necesidad de una confrontación directa. El Reino Unido llegó a acusar a Alemania y Francia de ser “cercanos a Putin” a través de la figura de la ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss. El propio primer ministro, Boris Johnson, declaró que “en el Reino Unido no dudaremos en endurecer nuestras sanciones nacionales contra Rusia en respuesta a lo que pueda hacer el presidente Putin”.

Además de la promoción de sanciones económicas, el Reino Unido ya desplegó una fuerza de 1.200 efectivos en Estonia, compuesta por 830 militares británicos y más de 300 franceses. A su vez, 140 ingenieros militares británicos están destacados en Polonia, y un centenar de expertos militares están en Ucrania. Londres es reacio a enviar sus fuerzas militares a la frontera rusoucraniana, pero tiene previsto aumentar sus efectivos en Estonia, enviar más armamento defensivo y proporcionar apoyo militar a otros miembros de la OTAN.

A las medidas adoptadas por Gran Bretaña se suman las de Suecia, que desplegó tropas en disposición de combate y vehículos blindados en la isla de Gotland, ‎situada en el Mar Báltico, a 90 kilómetros de la costa oriental sueca. Según el ministerio sueco ‎de Defensa, se trata de defender la isla de buques rusos de desembarco.

También se esperan ‎‎10 mil millones de dólares de ‎la compañía militar privada Blackwater —ahora Academi— que proporciona ‎mercenarios a la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado para su uso en operaciones ‎secretas. El ministro ruso de Defensa, Serguei Choigu, asegura que este plan busca crear un ejército privado en Ucrania e impulsar una “provocación con ‎uso de sustancias químicas desconocidas” para encender la chispa. 

Rusia no retrocede

Por el lado ruso sostienen que sus demandas para frenar la escalada de tensiones no están siendo escuchadas. El presidente Vladimir Putin acusa a Washington y a la OTAN de fogonear las tensiones al impulsar ejercicios militares y el envío de tropas a la frontera rusa. 

“No vimos la consideración de nuestros tres requisitos principales, relacionados con la prevención de la expansión de la OTAN, la negativa a desplegar sistemas de armas de ataque en las cercanías de las fronteras rusas, así como el regreso de la infraestructura militar del bloque de Europa a su estado de 1997, cuando fue firmado el acto fundacional entre Rusia y la OTAN”, declaró el presidente ruso a inicios de febrero.

Para Putin, la intención de Estados Unidos no es resguardar la seguridad de Ucrania, sino frenar el desarrollo de Rusia: “De eso se trata. En este sentido, la propia Ucrania es sólo una herramienta para lograr este objetivo”.

El líder ruso se reunió también con su par chino, Xi Jinping, y anunciaron de forma conjunta una alianza “sin límites”, acusando a “ciertos Estados y ciertas alianzas y coaliciones políticas y militares de minar la estabilidad estratégica global”, en una clara referencia al rol de Estados Unidos y la OTAN en Europa y el mar de China. La cooperación entre ambos países representa una alternativa a las condiciones y sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, además de la consolidación de un nuevo eje en plena crisis de hegemonía. 

Con el propio gobierno ucraniano alertando sobre la ambigüedad de la amenaza rusa, y los gobiernos de Francia y Alemania apelando al diálogo, pareciera quedar clara la advertencia de Putin: Ucrania es una herramienta y no un país al cual se pretende proteger. Las próximas semanas serán determinantes para saber hasta dónde puede llegar la estrategia de forzar una escalada bélica.