Poco después de las 21 horas del domingo, comenzaron a avizorarse los resultados oficiales. Y la diferencia entre el Frente de Todos y Juntos no era lo que anticipaban los boca de urna.
De inmediato, los bunkers del oficialismo y de la oposición se agitaron. En el del Frente de Todos, el volumen de la música disminuyó y los precandidatos dejaron de bailar en el escenario. En el de Juntos, todo lo contrario: puro jolgorio por parte de quienes, hace apenas dos años y medio, habían sido gobierno.
Al cabo de dos horas, el resultado era irremontable para el oficialismo y una sorpresa descomunal para la oposición. Con el diario del día después, si se deja de lado la malicia de las encuestas y el microclima que envolvió a gran parte del Frente de Todos, no era tan descabellado considerar una derrota.
El gobierno “vendió” su primer año de gestión —un año que estuvo azotado por la crueldad de la pandemia— demostrando un potencial máximo: el de la gestión de vacunas y el despliegue de la campaña de inmunización más grande de la historia argentina. Sin embargo eso no alcanzó, por más épico que fuera. No alcanzó porque, sencillamente, la gente no puede vivir de ese logro. No come vacunas. No consigue trabajo por las vacunas. No desarrolla su vida por las vacunas.
A esto hay que agregarle que la agenda del oficialismo se fue distanciando de lo que “marca” la calle y encerrándose cada vez más en un programa propio, tal como la disputa contra la corporación judicial y mediática, o algunos avances de caracter progresista. Políticas para nada despreciables, pero que no logran llenar la panza de un pueblo hambriento.
Para volver a esa sincronicidad con lo popular, uno de los principales termómetros que tiene el Ejecutivo son los movimientos sociales. Meses atrás, las organizaciones populares empezaron a remarcar con énfasis que la deuda más grande era la interna, y que había que diseñar un plan ambicioso y profundo para enfrentar el hambre en lo inmediato, y generar puestos laborales después. Sobre todo, teniendo en cuenta que los últimos estudios del Indec determinaron que más del 40% de la población es pobre, y que el 63% de los y las niñas en el país viven debajo de la línea de la pobreza.
Salario Universal de Reconstrucción (SUR), reducción de cargas a las PyME, posibilidad para cada familia de comprar un lote, baja de dietas 30% jueces y funcionarios, mano dura con los monopolios formadores de precios. Así, ganamos.
— Juan Grabois (@JuanGrabois) September 13, 2021
La intrincada forma de gobernar que existe en el Frente de Todos —conformado por al menos tres espacios, cada una con miradas muy distintas sobre los movimientos populares—, hizo que esa agenda no se tome en cuenta o no terminara de imponerse. La gran movilización del “San Cayetano”, el pasado 7 de agosto, fue el último aviso de ese extenso sector de la sociedad que viene pidiendo medidas urgentes para salir de la miseria.
Ahora bien: el panorama electoral al cual se enfrenta el oficialismo puede remontarse en noviembre, pero los números no alcanzarían para que esa revancha se convierta en una proeza. No hay otros partidos que puedan migrar su voto hacia el peronismo y, en todo caso, la posibilidad de que se sumen más votantes no garantiza que vayan en su mayoría para el Frente de Todos.
Saliendo de una mirada centrada en CABA y la provincia de Buenos Aires, el mapa de la Argentina se volvió a teñir de amarillo (todavía más que en 2017) y eso no puede más que generar preocupación en la Casa Rosada.
Números en el Congreso y el factor Larreta
Si el resultado de las PASO se sostiene en noviembre, el oficialismo tendrá graves problemas para llegar a la mayoría y sostener su hegemonía en el Congreso. Eso permitirá que Juntos avance en leyes adversas a los planes del gobierno y debilite su poder de cara al 2023.
En el Senado, donde hasta ahora el Frente de Todos tenía una buena mayoría, la situación podría complicarse luego de que Santa Fe, Chubut, Corrientes, La Pampa y Córdoba quedaran a manos de la oposición. Con este panorama, el oficialismo llegaría a la Cámara alta con 35 bancas y Juntos obtendría 31.
En la Cámara de Diputados, el escenario sería igual o peor. Con los mismos resultados en noviembre, Juntos llegaría a 118 diputados y el Frente de Todos conservaría 115. En ese juego, otras seis bancas a manos de fuerzas federales podrían balancear la mayoría para un sector u otro, aunque no serían aliados confiables.
Pero, se repita o no lo que ocurrió en las PASO, hay algo que ya es un hecho en el tablero político del país: Horacio Rodríguez Larreta es, sin dudas, uno de los principales ganadores y se perfila como el líder máximo de la alianza Juntos.
El jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires logró desplazar a la figura del expresidente Mauricio Macri como el principal conductor de la oposición, y en su primera elección como líder, impuso a uno de los suyos para competir en territorio bonaerense. La jugada de candidatear a Diego Santilli en provincia fue arriesgada, pero resultó efectiva.
En la interna de Juntos, Santilli venció a Facundo Manes y de esta forma el PRO volvió a marcarle la cancha a la UCR. Un histórico partido que sigue siendo la fuerza que permite la estructura en la alianza opositora, pero que al mismo tiempo, no sabe utilizar esa ventaja como capital político. Ni siquiera en la provincia de Buenos Aires, donde el radicalismo arrasó en los municipios.
Volver a las bases
Al final del domingo, el presidente Alberto Fernández fue el principal y único orador tras la derrota en las PASO, algo que también llamó la atención. Que el primer mandatario sea quien “pusiera la cara” después del inesperado traspié electoral dejó señales: ¿Se buscó que la figura de la derrota sea la del presidente o se cuidó a los precandidatos que irán por su revancha en noviembre?
Nada es más importante que escuchar al pueblo; hoy nos ha expresado que cometimos errores y vamos a atender a esa demanda.
A partir de mañana trabajaremos, con el compromiso y la fuerza de siempre, para satisfacer las necesidades que no hemos satisfecho. pic.twitter.com/tmfvsAcFWI
— Alberto Fernández (@alferdez) September 13, 2021
“Nada es más importante que escuchar al pueblo (…) algo no habremos hecho bien para que la gente no nos acompañe”, destacó el presidente, que planteó además que el oficialismo dará vuelta la página en las generales.
“Todos los que estamos aquí solo queremos la felicidad de nuestro pueblo y hemos trabajado por eso. Seguramente ha sido insuficiente. Esta enorme encuesta que son las PASO, para nosotros son un dato que vamos a considerar y trabajar para que en noviembre los argentinos nos acompañen”, manifestó Fernández, que estuvo acompañado por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el gobernador Axel Kicillof y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa.
En términos concretos, el gobierno tendrá solo dos meses para lograr un triunfo en las elecciones legislativas y detener la avanzada de la derecha (no solo manifestado en expresiones como Juntos, sino en la demostración que generó en CABA el espacio que conduce Javier Milei). Para eso, claro, se necesitan respuestas en los principales temas que le urgen a la población: una de ellas es la economía.
La gran incógnita en torno a esto es, ¿qué decidirá finalmente el Poder Ejecutivo en torno a la deuda con el Fondo Monetario Internacional? Hasta ahora, los esfuerzos estuvieron apuntados a lograr un acuerdo que signifique una considerable quita y extensión de los plazos de pago.
Pero dada la situación preocupante que vive el país en materia económica y social, más la pérdida de confianza que sufre el oficialismo, la renegociación con el Fondo podría volver a meditarse. O eso, al menos, es lo que pide el sector organizado en la denominada Economía Popular y otros espacios que conforman el Frente de Todos.
Lo cierto es que más allá de lo que se decida con la deuda, el gobierno deberá implementar cambios (posiblemente empezará por su Gabinete) y anunciar una serie de medidas que ayuden a volver a enamorar a las mayorías en el marco de un modelo nacional y popular.