La operación militar rusa en Ucrania provocada por el avance de la OTAN hacia el este europeo desencadenó una serie de reacciones cuyas consecuencias ya se sienten a nivel mundial. Más allá de la situación puntual que vive el pueblo ucraniano, con la destrucción de su aparato productivo y la huída de millones de personas, la guerra está generando una alteración de la dinámica económica global.
Ya antes de iniciada la operación militar, la pandemia de Covid-19 había desatado algo similar. La disminución de la producción a causa de las medidas restrictivas junto con los aumentos en los precios del transporte marítimo, produjo una reducción en la oferta que se reflejó en inflación generalizada a nivel mundial.
Con el inicio de la guerra y la aplicación de sanciones, la situación se profundizó. Sólo en los países del llamado “primer mundo”, que tuvieron un crecimiento económico del 5,9% en 2021, se prevé una caída al 3,2% en 2022 y al 2,2% en 2023.
Mientras tanto, entre febrero y marzo de este año, la inflación en Europa se disparó del 5,9% al 7,9%. Situación modesta comparada con el salto de los precios europeos de la energía, que en marzo ya habían subido un 45% respecto a hace un año.
Por su parte, en Estados Unidos el crecimiento económico, previsto en un 3,7% para 2022, será probablemente mejor que en las principales economías europeas. Aún así, se espera que el crecimiento baje al 2,2% en 2023. A su vez, la tasa de inflación del país norteamericano alcanzó el 8,54% a finales de marzo, lo cual representa el doble de lo que era hace 12 meses y significa la inflación más alta desde 1981.
Junto con Europa y Estados Unidos, Asia-Pacífico también sufrirá las consecuencias económicas globales de la guerra en el este europeo. El FMI recortó su previsión de crecimiento para esa región en otro 0,5%, hasta el 4,9% este año, frente al 6,5% del año pasado. Si bien la inflación en esa zona ha sido baja, se espera que aumente en varios países de la región.
Sube el combustible, sube todo
El aumento del precio de las materias primas a nivel internacional se puede atribuir principalmente al aumento del precio del petróleo, aunque existen otros factores a tener en cuenta. Desde el 24 de febrero, el día en que comenzó la guerra, el crudo costaba 89 dólares el barril. Después de zigzaguear y alcanzar un pico de 119 dólares el 9 de marzo, se estabilizó en 104,7 dólares el 28 de abril, lo que supone un aumento del 17,6% en dos meses.
Las tarifas del transporte marítimo de contenedores y de la carga aérea, que ya estaban elevadas por la pandemia, aumentaron aún más tras la operación militar en Ucrania y las interrupciones de la cadena de suministro también se agravaron.
Los precios de los alimentos subieron, no sólo por el aumento del coste de la energía, sino también porque mientras Rusia representa casi el 18% de las exportaciones mundiales de trigo, Ucrania representa el 8%. Por otro lado, la cuota de exportaciones mundiales de maíz de los dos países juntos representan más de una cuarta parte de las exportaciones mundiales de trigo, un cultivo crucial para muchos países.
En tanto, Egipto, Líbano y Túnez, que hasta hace poco recurrían a Ucrania para obtener entre el 25% y el 80% de sus importaciones de trigo, ya sufren escasez de harina y pan. Otros países, como Pakistán y Bangladesh -el primero compra casi el 40% de su trigo a Ucrania, y el segundo el 50% a Rusia y Ucrania- podrían enfrentarse al mismo problema.
Pero en esta región del mapa, quien más sufre el aumento de los precios de los alimentos es Yemen. El país lleva años sufriendo una guerra financiada por Estados Unidos y Arabia Saudí y se enfrentaba a una escasez crónica de alimentos y a la hambruna mucho antes de la operación rusa en Ucrania. El 30% del trigo importado por este país procede de Ucrania y, gracias a la reducción de la oferta creada por la guerra, el precio por kilogramo ya se ha quintuplicado en su sur.
Rusia y Ucrania también producen el 80% del aceite de girasol del mundo. El aumento de los precios y la escasez de este producto ya son evidentes, no sólo en la Unión Europea, sino también en las zonas más pobres del mundo, como Oriente Medio y la India, que obtiene casi todo su suministro de estos dos países.
A esto hay que sumarle que el 70% de las exportaciones ucranianas se realizan en barcos a través del Mar Negro y del Mar de Azov, dos zonas actualmente bloqueadas por la guerra.
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), 276 millones de personas en todo el mundo se enfrentaban a una hambruna aguda ya antes de que Rusia invadiera Ucrania. De prolongarse el conflicto bélico, entre 27 y 33 millones más podrían encontrarse en esa precaria situación.
Así, los países de bajos ingresos (según la definición del Banco Mundial, aquellos con una renta media anual per cápita inferior a 1.045 dólares en 2020), se verán mucho más afectados. La ralentización del crecimiento, la subida de los precios y el aumento de los tipos de interés resultantes de los esfuerzos de los bancos centrales por controlar la inflación, así como el aumento del desempleo, ya generan una profundización de los índices de pobreza en contextos donde ya existe una pobreza estructural.
Otro golpe bajo: la deuda
Ante esta situación no sería extraño que los países de renta baja tengan muchas más dificultades para conseguir la financiación de los pagos de la deuda que tendrán que hacer. Esto se debe al aumento de los préstamos para cubrir los crecientes costes de las importaciones, especialmente de productos esenciales como la energía y los alimentos. A esta situación se le suma la reducción de los ingresos por exportaciones en estos países debido a la ralentización del crecimiento económico mundial.
Con la disminución del crecimiento mundial y el aumento de los costos de la energía y los alimentos, se verán obligados a pedir préstamos con tasas de interés mucho más alta, lo que no hará sino aumentar su carga de reembolso y, consecuentemente, profundizar la dependencia y la injerencia de los organismos internacionales en sus ya frágiles economías.
A su vez, cuanto mayor sea la carga de la deuda de los países de renta baja, menos podrán gestionar políticas sociales para ayudar a sus ciudadanos más pobres a hacer frente a la subida de los precios de los productos básicos, especialmente de los alimentos. Hay que tener en cuenta que el índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) aumentó un 12,6% sólo de febrero a marzo y ya era un 33,6% más alto que hace un año.
La guerra en Ucrania es una tragedia principalmente para el pueblo ucraniano, que ya tiene cerca de 12,8 millones de refugiados y cuyo país requerirá unos 600 mil millones de dólares para ser reconstruido, lo cual lo dejará atado a una deuda impagable y sometido a la voluntad de los países y organismos que ya están financiando esa deuda.
Sin embargo, el pueblo ucraniano no es ni será el único perjudicado por este conflicto. Como ya se expuso, el aumento del precio de la energía junto con la inflación, ya está perjudicando a los países más pobres, principalmente a sus poblaciones más vulnerables.
Si bien se trata de un negocio lucrativo para unos pocos, la continuidad de la guerra terminará por someter aún más a los pueblos del mundo.