Todavía no se sabe si Mauricio Macri será candidato a presidente o no en 2023. Lo que es seguro es que está decidido a ser un actor clave en la contienda electoral que se viene, ya sea como cabeza de lista o como figura ordenadora del esquema de poder dentro de Juntos por el Cambio. Su nuevo libro titulado “¿Para qué?” lo dice con claridad en un pasaje que se conoció a modo de adelanto: “Nuestra debilidad tuvo un nombre: gradualismo”.
Frente a esta declaración de principios, ¿Cuál debería ser la contrapropuesta del campo popular? La gestión del Frente de Todos en Argentina ganó las elecciones del 2019 con la promesa de cuidar los salarios y el trabajo de la población. “Vivir mejor” había sido la promesa. Algo que con Macri ciertamente no se podía. A un año de una nueva contienda electoral, las expectativas que había despertado el peronismo en esa elección en la que Alberto Fernández cosechó el 48% de los votos, están lejos de haberse cumplido.
La Argentina de hoy es un país en el que los multimillonarios (nacionales y transnacionales) pueden enriquecerse y hacer negocios, mientras pagan bajos salarios. Y que encuentra en candidatos como Macri las propuestas que necesita para profundizar el modelo económico y político. ¿Qué puede hacer un gobierno que se considere nacional-popular en este contexto para ofrecer un camino alternativo?
¿Qué hacer?
El exvicepresidente de Bolivia e intelectual latinoamericano Álvaro García Linera viene analizando los gobiernos de la “segunda oleada progresista del siglo XXI”, a los cuales califica como “gestiones que vienen a administrar más que a proponer cambios estructurales”. “A diferencia del progresismo inicial, que buscó patear el tablero del sistema de partidos políticos, estos nuevos gobiernos están tendiendo a convertirse en partidos del orden”, expresó en conferencias el intelectual boliviano.
En ese sentido, Linera expuso una serie de puntos programáticos que los gobiernos que busquen representar la identidad nacional-popular deberían avanzar para realizar cambios verdaderamente distributivos en la riqueza. “Si no se instala una agenda agresiva de cambios, es posible que vuelva la restauración conservadora”, advirtió con dureza el pensador.
En primer lugar se propone debatir cómo implementar un nuevo modelo industrioso de la sociedad. Un plan que busque combinar modelos avanzados con sociedades modernas, sobre todo pensando en los cambios tecnológicos avenidos con las tecnologías que se desarrollan con litio y en los vínculos comerciales con China y el resto de oriente.
A su vez, como parte de este programa el intelectual latinoamericano propone impulsar un Plan de obras públicas intensivas para remontar la desocupación y dinamizar el mercado interno. Esto es algo que se está llevando adelante en varios países de Europa y en EE UU mismo, con Biden a la cabeza.
Pero quizás el punto más importante y osado de este programa sea la Reforma tributaria progresiva. Es decir, que los sectores más pudientes de la sociedad paguen más impuestos. A su vez, eliminar impuestos regresivos (que afectan los ingresos de los que menos tienen) como el IVA, al que el pensador considera como “una injusticia para los sectores menos pudientes, ya que constituye el 50% de sus ingresos”. También, propone impulsar una serie de impuestos a las grandes fortunas, a los ingresos, a las grandes herencias y a las bancas. Las bancas por su parte deberían reorientarse a los sectores productivos en lugar de los financieros o especulativos.
Por otro lado, considera necesario encabezar una agresiva agenda de despatriarcalización en términos institucionales, laborales y políticos. Los movimientos de mujeres han sido una importante fuente de oxígeno para los progresismos y continuarán siéndolo los años que vengan, considera Linera. En Argentina la aprobación de la Ley del Aborto y las políticas tendientes a cortar las desigualdades de género han representado un avance en ese sentido que habrá que defender.
Por último, Linera cree fundamental el impulso de una Agenda de transición ecológica que busque aprovechar los recursos naturales a disposición, respetando la armonía con la tierra que habitamos. En ese sentido, el exvicepresidente boliviano afirma que “América Latina necesita un periodo de transición de protección del medio ambiente con contenido social, guiado por las grandes demandas sociales”.
Por esto, habrá que mirar con atención el gobierno que encabeza desde hace pocos meses Gustavo Petro y Francia Márquez en Colombia, quienes llevaron la agenda ambiental como uno de los pilares de su plataforma electoral.
Avances y limitaciones
¿Se puede ejecutar un programa así con un acuerdo como el que Macri firmó con el FMI? Es la pregunta del millón. Lo cierto es que en el país algunas medidas en esta dirección se han tomado, pero los sectores que las impulsan no han logrado convencer ni construir hegemonía (por incapacidad o por falta de voluntad) dentro de la coalición gobernante para ir más a fondo con estos cambios estructurales.
Sin un volumen político importante, decisiones firmes y contundentes y las organizaciones del campo popular en las calles, será difícil imponer reformas de este estilo frente a un staff como el del FMI supervisando las cuentas.
Quizás el ejemplo más resonante sea el Aporte Solidario a las Grandes Fortunas, sancionado en 2020 y cuyo mayor defensor e impulsor fue el entonces jefe de bloque del oficialismo, Máximo Kirchner. Con la pandemia como motivo principal ineludible, el líder de La Cámpora trabajó y se puso al hombro esta medida que incluso tuvo el apoyo explícito del presidente de la Nación, Alberto Fernández. Y aunque dicha legislación tuvo resistencia de parte de la oposición y grupos empresarios, lo cierto es que se aprobó y marcó un antecedente que bien podría recuperar un próximo gobierno que se proponga redistribuir “la torta”.
La desocupación baja y la dinamización del mercado interno también han sido logros de la gestión del Frente de Todos en este tiempo, tristemente opacados por la acelerada inflación que aumentó los números de indigencia y licuó salarios.
La otra pregunta fundamental para el avance de una agenda redistributiva es si habrá voluntad política de cuestionar los privilegios de unas minorías muy pudientes y con mucha influencia en medios de comunicación y sectores de poder. Allí radicará el posible éxito o fracaso de esta agenda.