Es bastante contradictorio escuchar a diferentes intelectuales de la ultraderecha actual, usar el concepto de Antonio Gramsci de “batalla cultural”. Peor es leer la autopercepción de Javier Milei como “anarco-capitalista”. Estos conceptos no pegan ni con cemento de contacto, porque el anarquismo nació en el siglo XIX, como corriente política anticapitalista con pensadores como Kropotkin y Bakunin. El presidente lo usa como algo novedoso, pero en cualquier casa de estudios políticos decir que esto existe conceptualmente, haría que cualquier profesor te mande directamente a marzo.
Para entender “La Batalla Cultural” primero hay que comprender a Carl Von Clausewitz, militar prusiano, quien acuñó la frase de que “La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Esto fue incorporado por el comunismo europeo de principios del siglo pasado, para pensar la estrategia revolucionaria, al abordar la lucha por la construcción de hegemonía por parte de la clase trabajadora. El objetivo era la conformación y la conducción de un gobierno obrero.
Para analizar esta práctica, Antonio Gramsci entendió que las batallas están en la dimensión táctica, es decir que el Estado y la cultura son terrenos en los cuales combatir por parte de la clase trabajadora. Comprendió que la burguesía ya tenía todos los resortes de poder y había construido su hegemonía cultural. La tarea a realizar, según el intelectual comunista, era la construcción de la “Contrahegemonía” de los obreros. Esto significa una “batalla cultural”, para la creación del “bloque histórico” que sume en la lucha a las clases subalternas (subclases sociales); con el objetivo de que la revolución sea victoriosa y perdurable en el tiempo.
Es combatir el sentido común hegemónico. Por ejemplo, en la actualidad está muy instalada la meritocracia, es decir, la idea de que solamente por el mérito de uno se asciende en la escala social. La batalla cultural de la izquierda es develar que esta afirmación es una falacia, porque presupone que todos los seres humanos partimos desde el mismo piso de posibilidades, negando todo tipo de desigualdades sociales, de clase, de género y étnico-raciales. No es lo mismo nacer en una villa que en el centro de la ciudad.
La globalización como aval de plagio a conceptos del Marxismo
Después de la caída del muro del Berlín, que separaba el mundo capitalista del socialista, y la publicación de “El fin de la historia” por Francis Fukuyama, los intelectuales neoliberales se pusieron a saquear el cofre de los conceptos de la izquierda para sus fines políticos.
Por su parte, los pensadores neoliberales no querían destruir el estado sino dejarlo a su mínima expresión. Ellos vieron al estado como una trinchera para cumplir con los objetivos de la élite económica mundial. Usaron el poder político, para facilitar los negocios de los grandes emporios empresariales, reprimiendo a los trabajadores. Y al sistema educativo lo formatearon para generar a los futuros trabajadores flexibles y poco tecnificados en oficios, como ocurrió en Argentina en los 90’. Y sobre todo confundir a los estudiantes para que no tengan solidaridad de clase y se sumen a las luchas de los trabajadores.
En la actualidad el aparato comunicacional, radio-televisivo y las redes sociales, son el arma ideológica más potente que tiene esta clase oligárquica. Tienen además a su servicio una clase media acomodada aspiracional, que traiciona no solamente a sus pares, sino también la soberanía nacional en pos de su ascenso social. Lo paradójico de este modo operacional es cómo utilizan las herramientas teóricas que supo construir la clase trabajadora para su destrucción.
El problema es que las teorías económicas de la Escuela Neoliberal de Von Hayek y Freedman, hundieron a los países que las aplicaron en grandes crisis económicas a principios de este siglo. El caso de nuestro país nos recuerda las enormes deudas externas impagables al FMI. Para ganar nuevamente apoyo político, tuvieron que revivir al fascimo para tomar el poder, pero lo disfrazan de algo que no es. La derecha global sabe que su campo teórico está en crisis, y es lo suficientemente inteligente, para usar las herramientas del enemigo a su favor.
Esta maniobra teórico-práctica a nivel internacional está empujando al mundo a la guerra y sobre todo a su autodestrucción. El campo popular deberá recuperar sus herramientas ideológicas, sobre todo hacerles saber a los neo-fascistas que están usando las ideas de la izquierda. Además, esto puede ser el arma de doble filo que ponga nuevamente a la derecha en retaguardia; mientras la clase trabajadora reconstruye sus fuerzas para seguir dando la batalla por un mundo más justo.