La alianza económica-comercial conformada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (de ahí las siglas BRICS) dio señales de visto bueno para el ingreso de Argentina e Irán a la alianza estratégica y comercial. “El canciller chino, Wang Yi, confirmó el acompañamiento a la membresía de Argentina al BRICS”, celebró el canciller Santiago Cafiero tras la cumbre preparatoria del G20 en Indonesia, en la cual se reunió con su par chino. Además, agregó: “Profundizar el multilateralismo es prioridad para nuestra política exterior. Eso nos permite alcanzar acuerdos que benefician al país y la región”.
El ingreso de más países a los BRICS es una propuesta de China al grupo y deberá ser aprobada por unanimidad de sus miembros. El deseo de ingresar al BRICS es un viejo anhelo de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Durante su segundo mandato el país fue invitado a la cumbre de Fortaleza en Brasil en 2014 y se llegó a especular fuertemente con un eventual ingreso. En ese momento fue el Brasil de Lula el que bloqueó el ingreso de Argentina a esta alianza, que ya contaba con el gigante sudamericano como representante del cono sur.
Es que las condiciones de esta alianza estratégica multipolar se debieron en principio a coincidencias de estos países en cuanto a territorio nacional (y cantidad de recursos naturales a disposición), PBI per cápita y crecimiento de la economía. Hoy Argentina viene de concretar un crecimiento 10 puntos en la economía en 2021 y entre 5 y 6 puntos en lo que va de 2022, según consignaron economistas. Pese a la alta inflación, los graves problemas de distribución de los recursos que ingresan y la alta deuda externa en dólares heredada, son números altamente favorables para una economía emergente.
A esta arista hay que sumarle que Argentina tiene en su territorio una parte de las fuentes más grandes del mundo de litio (en conjunto con Chile y Bolivia), un recurso cada vez más codiciado por las multinacionales productoras de tecnologías que requieren fabricar cada vez más cantidad de baterías que se hacen con este recurso.
A estas cualidades que en parte compartiría con Irán, el otro candidato a ingresar, se le suma el interés del selecto grupo de países emergentes de ampliar los espacios de contrapeso con la dominación de los países occidentales, principalmente Estados Unidos, en el mapa mundial. Es que este país se encuentra cada vez más en decadencia e impotente ante la seguidilla de crisis que provocó la pandemia del coronavirus y el alza de los precios de insumos básicos producto de la invasión rusa en Ucrania.
¿Multipolaridad o multilateralidad?
Si bien el canciller argentino celebró el apoyo de China para el ingreso de nuestro país a la alianza, lo cierto es que el objetivo de “profundizar el multilateralismo” de esta jugada es discutible. Según los manuales de las relaciones internacionales, un organismo multilateral pretende coordinar acciones entre Estados para un objetivo determinado. La Organización Mundial de la Salud (OMS), el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) o la propia Organización de Naciones Unidas (ONU) podrían ser ejemplos de esto.
Cuando un conjunto de Estados conforma alianzas para impulsar tratados comerciales y coordinar acciones entre sí sin un objetivo puntual, el adjetivo que podría caber es el de multipolar. Dentro de esta definición entran también las alianzas militares, como la OTAN, que en su momento se conformó para establecer límites bélicos a la Unión Soviética dentro de Europa. También podría caberle también a la alianza BRICS.
Si bien los BRICS no contemplan una arista militar, es un espacio en el que las dos ex potencias comunistas marcan el pulso y fortalecen vínculos entre sí y entre las demás naciones emergentes que se ven beneficiadas con más posibilidad de autonomía, en un contexto signado por las desigualdades y por las fuertes deudas externas contraídas (como el caso de Argentina).
Si bien en política los errores existen, también es cierto que en ocasiones las palabras y las señales no son casuales. Las palabras del Canciller argentino Santiago Cafiero (quien consideró que sumarse al BRICS era fomentar la “multilateralidad”) podrían deberse más a un intento de pivoteo internacional más que de falta de conceptos.
Es que las relaciones de Argentina con los países occidentales y sobre todo Estados Unidos ha quedado fuertemente condicionada por la extraordinaria deuda de 44 mil millones de dólares que contrajo el gobierno de Mauricio Macri con el FMI y que fue reestructurada este año por el gobierno de Alberto Fernández. En este organismo el país norteamericano es un accionista mayoritario con poder de vetar o condicionar determinadas decisiones.
La adhesión de Argentina a una alianza conformada por los principales competidores de Estados Unidos en el mapa de dominación global puede ser delicada a los ojos de una de las potencias que hoy en día controla buena parte de las decisiones políticas del país sudamericano. Un ofensa o desviación de dichas metas a poco más de un año de las elecciones presidenciales pueden ser razón suficiente para incidir en la decisión de los desembolsos trimestrales del FMI, que pactó el entonces ministro Martín Guzmán a comienzos de este año.