En el marco de las medidas que tomó el gobierno para alentar a un sector del agro a liquidar sus cosechas, ARG MEDIOS conversó con el economista Alejandro Otero, quien afirma que esta nueva corrida cambiaria se desata cuando “un sector hace uso de su posición dominante”. En este caso “quienes tienen los dólares o los productos que permiten obtener dólares”: el campo.
Hoy el exportador comercializa en el mercado y por cada dólar recibe el oficial, que tiene una diferencia de 2×1 con el “dólar expectativa”. Los esfuerzos que reúnen a los empresarios del agro para presionar por una devaluación de la moneda nacional, “en términos simples sería que el dólar resulte más caro en términos de precio”, explica Otero. “De esta manera, liquidar por mayores ingresos sus producciones”.
Entonces buscan liquidar por el doble sus producciones. La puja es por una mega devaluación.
El valor del acopio en silobolsas, se estima que oscila entre los 15.000 y los 22.000 millones de dólares. Una nueva tecnología que permite acumular más que antes. “Es muy funcional a los especuladores, porque la capacidad de acumulación ya no depende de los silos que están desparramados a lo largo y ancho del país, sino de la capacidad en los propios campos”, sostiene el especialista.
Ahora, ¿Por qué llegamos a esta situación? Según Otero, esto es algo que “se repite cada vez que se reiteran las circunstancias de combinación de inflación con crecimiento económico”. El economista retoma los indicadores de crecimiento de reactivación industrial en el país y dice que “cuanto más crece la argentina, más demandante se vuelve de dólares”.
Pero hay un problema: Argentina no emite dólares. ¿La solución? Comercializar sus productos en el mercado mundial. Por eso los dólares de los exportadores son cada vez más necesarios. “Pero no son los argentinos quienes pueden hacerlo, son un pequeño grupo que tiene el poder de administrar productos que son tan importantes para el resto”, aseguró Otero. Allí es cuando comienzan las tensiones.
A esto se le suman otros actores que empujan la rueda especulativa, como por ejemplo los dueños de grandes cadenas de alimentos, “quienes se aprovechan de la situación, se anticipan a esta expectativa de devaluación y remarcan precios para cubrirse de ese dólar que van a necesitar y les va a salir más caro.
En manos de unos pocos
Esto no siempre fue así, desde la dictadura y con un mayor refuerzo en los 90`, las exportaciones se oligopolizaron, y quedaron en manos de unos pocos. En 2021 apenas nueve firmas concentraron el 92% de la facturación total del sector agroexportador. Entre ellas, Cargill, Cofco, Bunge, AGD, Molinos, ACA, ADM, Oleaginosa Moreno y LCD Argentina.
“Son cuestiones coyunturales pero que se desprenden de un faltante estructural: la no intervención del Estado”, dijo Otero. Durante los años 45, la participación del Ejecutivo nacional en las decisiones del comercio exterior se hacían presentes a través de figuras como La Junta Nacional de Granos y de Carnes, órganos que regulaban precio y cantidad de lo que se iba para afuera, y lo que llegaba.
Sin embargo, en los ’90 con la privatización de las exportaciones y la destrucción de la industria nacional que cortó con las cadenas de proveedores nacionales y las reemplazó por extranjeros -como el caso de la industria automotriz- fueron indicadores que aún arrastra el Estado Nacional en su fracasada política de incidencia en el comercio exterior.
¿Y la salida?
El Economista planteó que esta situación es “el rebote coyuntural de una situación estructural”, y por lo tanto se trata de un juego entre sectores políticos. Por eso es necesario “calmar las aguas”. Con la reciente llegada del “superministro” Sergio Massa al frente de las carteras de Economía, Agricultura y Desarrollo Productivo unificadas, se espera que el líder del Frente Renovador frene la actual corrida cambiaria. ¿Cómo? A través de su buen vínculo con los sectores económicos más concentrados, algo que la hasta ahora ministra de Economía, Silvina Batakis, no prometía cumplir.
Sin embargo, Otero aclaró que más allá de las situaciones coyunturales, hay un problema estructural, y es que “cada vez que la Argentina crece, necesita dólares”. Resulta entonces una misma piedra con la que se tropieza una y otra vez.
Dicho crecimiento Otero lo describe como productivo, por lo tanto la demanda es de insumos, “y cuando no los tenemos, los buscamos afuera”, dijo el economista. “Hay que trabajar en la sustitución de importaciones”, plantea.
“Cuando tengamos la posibilidad de aprovechar nuestros recursos energéticos con la obra que se está realizando en Vaca Muerta, no vamos a gastar más dólares en importar ese producto”, dijo, y sumó que “eso mismo hay que hacer con el litio”. El problema parece ser siempre el mismo: la dependencia al dólar.
Según un estudio realizado en Estados Unidos en 2005, Argentina es el segundo país en tener más dólares, seguido del país norteamericano. En su último discurso en Ensenada, Cristina Fernández insistió con la idea de “desdolarizar la economía”. Algo que el país necesita para cortar con el círculo vicioso. Puso el ejemplo de Brasil, quien cayó en default nueve veces desde su independencia (Argentina lleva ocho) y el primer país tuvo “un proceso inflacionario mucho más fuerte”, dijo la vicepresidenta. Sin embargo, todo fue en moneda nacional. “Hay que crear una unidad de reserva, una de cuenta y una moneda de transacción en la Argentina”, dijo Fernández, “si no hacemos esto estamos sonados”, alertó.
De hecho, Bolivia es otro ejemplo, ya que presenta altos índices de crecimiento en su economía desde que incentivó a la confianza de la moneda nacional, ubicándolo entre los tres países con mayor crecimiento económico en América del Sur, según el Banco Mundial.