El 2021 puede ser un año decisivo para salvar al planeta de la crisis climática. Este domingo, y hasta el 12 de noviembre, se llevará a cabo la Conferencia de las Partes (COP) de Glasgow (Escocia), en donde se reunirán la mayoría de los países del mundo para diseñar políticas efectivas contra el calentamiento global.
De acuerdo a la comunidad científica y a numerosos expertos, es una de las últimas oportunidades de avanzar frente a esta crisis, que amenaza con un futuro de olas de calor, aumento del nivel del mar, hambrunas y enfermedades. Específicamente, se trata de evitar que la temperatura global supere los 1,5 grados, que significa un escenario de “no retorno” para la vida en la tierra.
Un pasado de “puro bla-bla”
La Conferencia de las Partes (COP) de Glasgow estaba pautada para 2020, pero tuvo que suspenderse por la pandemia de COVID-19. Es además la edición número 26 desde que se llevó a cabo la primera Cumbre de la Tierra en 1992, que recién entró en vigor en 1994. Desde entonces, la gran mayoría de los países se reúnen para buscar medidas concretas, aunque la experiencia demuestra que lo que se discute acaloradamente por horas termina en la nada allá afuera.
Un claro ejemplo de esto fue el Acuerdo de París (2015), el primero en ser firmado por todos los países para reducir una porción de emisiones de dióxido de carbono según sus niveles de producción y consumo (es decir, de forma equitativa). Pero, un año después, el expresidente Donald Trump se retiró de ese compromiso y la legitimidad de aquel pacto ambiental —inédito hasta entonces— voló por los aires.
En términos de la reconocida activista ambiental, Greta Thumber, lo que se ha dado hasta ahora ha sido “puro bla-bla”. “La esperanza somos nosotros, la esperanza es cuando la gente se une para un objetivo común. Tenemos todo el derecho a estar enfadados, a salir a la calle y pedir el cambio que no solo es posible, sino que también se necesita con urgencia”.
"El éxito es totalmente posible. Es posible porque tenemos la plataforma para la acción. El #AcuerdodeParís es un pacto de esperanza con la humanidad".
La Secretaria Ejecutiva de ONU Cambio Climático, @PEspinosaC, en la apertura de la #COP26.
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— ONU Cambio Climático (@CMNUCC) October 31, 2021
Pero hoy el desafío es doble: los países más ricos reconocen que son los mayores responsables de las emisiones y por lo tanto, los que deben avanzar hacia una transición energética y ecológica de verdad. Por su parte, los países del sur global —los países pobres, que irónicamente necesitan producir y consumir más— se enfrentan a un escenario de contradicciones. Son estos precisamente los que podrían instalar una propuesta novedosa: canjear sus deudas económicas por las “deudas ecológicas”.
Canje de deuda para el sur global
Desde Glasgow, la licenciada en Ciencias Ambientales y cofundadora de Sustentabilidad Sin Fronteras (SSF), Nasha Cuvelier, dialoga con ARGMedios respecto a la participación de los Jóvenes Latinoamericanos en la COP. “Tenemos una visión completamente crítica de lo que se discute y la agenda de las diferentes COP hasta ahora. Creemos que es fundamental que existan demandas unificadas en los países de América Latina, porque a problemas comunes necesitamos soluciones comunes”, afirma.
Para Nasha, la COP de Glasgow tendrá dos ejes centrales que se deberán apuntalar como nunca antes: una reglamentación concreta para reducir emisiones de dióxido de carbono, y un plan de financiamiento real para ayudar a los países más pobres. “Se trata de proponer un canje de deuda externa por la deuda ecológica. Creemos que muchos de los países del sur global lo van a intentar instalar. Sobre todo, Argentina”.
Si bien desde su organización consideran que se han reducido las emisiones y que “claramente hubo un cambio positivo con la salida de Trump y la asunción de Biden”, lo cierto es que nada de esto parece “ser suficiente”.
Frente a este escenario, los Jóvenes Latinoamericanos de la COP en Glasgow proponen seis puntos fundamentales para luchar contra la crisis climática:
- La firma y ratificación del Acuerdo de Escazú por parte del 100% de los países de la región
- Que el 50% del financiamiento internacional se destine a la ejecución de planes nacionales de adaptación enfocados en reducir la vulnerabilidad y aumentar la resiliencia.
- Proteger como mínimo el 30% de los ecosistemas terrestres y marinos para 2030.
- Reducir a cero los subsidios a los combustibles fósiles para el 2030.
- Reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero al 2030 y alcanzar la carbono neutralidad al 2050.
- Alcanzar un desarrollo que contemple una transición justa en donde las medidas de adaptación y mitigación apunten a reducir la pobreza y generar empleos verdes.
El contexto geopolítico
Lo cierto es que el escenario geopolítico de la cumbre no es el más auspicioso. Algunos líderes mundiales no confirmaron su participación, y las principales potencias económicas del mundo llegan a Glasgow con las manos vacías: sin medidas concretas, sin legislación ambiental efectiva, sin anuncios fuertes.
La primera reflexión al respecto es que, si bien Estados Unidos busca instalarse como una potencia capaz de liderar el rumbo ambiental, su Congreso no aprobó ninguna ley efectiva para reducir emisiones de CO2 y las contradicciones políticas al interior del país son extensas.
Lo mismo ocurre con China, el país que más emisiones produce en el mundo a raíz de su inmensa población y las miles de empresas extranjeras que anidan en su territorio. A horas de que comience la cumbre, su presidente Xi Jiping no confirmó presencia.
La COP de Glasgow se da en el marco de una fuerte guerra económica entre Estados Unidos y China, lo que empantana todavía más las cosas y evita que alguno de los dos países avance hacia medidas concretas. En palabras sencillas: nadie quiere reducir sus emisiones porque nadie quiere perder producción.
Hay dos posibles ausencias que también generan mucho ruido: el presidente ruso, Vladimir Putin, aún no confirmó su participación física en la Cumbre, mientras que el Papa Francisco habría descartado aparecer en Glasgow.
Finalmente, la voz de Argentina tendrá también sus propios dilemas. Mientras el gobierno de Alberto Fernández busca promover medidas ecológicas a partir de su ministerio de Ambiente, este año su gestión avanzó con dos medidas que impactarán negativamente en la tierra, la soberanía alimentaria y la salud de su población: la Ley de Hidrocarburos y la Ley de agronegocio. Ambas están pensadas exclusivamente para las grandes petroleras y agroexportadores, con el único objetivo de conseguir urgentes divisas para pagar la deuda que el país tiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Casualmente, la gran estrategia que tiene el país para presionar a las grandes potencias con un “canje” de deuda económica por una ambiental.