La liberación de patentes en un limbo

La inmunización contra el COVID19 avanza de forma dispar, al tiempo que las nuevas variantes encienden las alarmas en el mundo. ¿Cuáles son los avances en el debate por la propiedad intelectual de las vacunas?

Foto: Drew Angerer/Getty Images

Hace apenas dos meses, la flamante administración de Joe Biden anunciaba su apoyo a la suspensión temporal de patentes de las vacunas contra el COVID19. “Estos tiempos y circunstancias extraordinarios exigen medidas extraordinarias”, aseguraba la Representante de Comercio de Estados Unidos, Katherine Tai, en un comunicado difundido el 5 de mayo de 2021.

La declaración fue recibida con una mezcla de entusiasmo y desconcierto por parte de la comunidad internacional. Es que hasta entonces, Estados Unidos había trabajando activamente para obstruir la propuesta de liberación de patentes que ya circulaba en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Biden se desmarcaba así de la estrategia de Trump, en un intento, además, por contrarrestar a países como China en su iniciativa global contra la pandemia.

La mirada rapidamente viró al otro lado del Atlántico para chequear la reacción de la Unión Europea, que también venía funcionando como escudo de las empresas farmacéuticas y sus intereses. “Nuestra prioridad es aumentar la producción para lograr la vacunación mundial (…) Estamos dispuestos a evaluar cómo la propuesta de los Estados Unidos podría ayudar a lograr ese objetivo”, replicó entonces la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Con el visto bueno de Estados Unidos y la presunta disposición de la Unión Europea, ¿qué sigue ahora? En el medio, la necesidad de masificar la producción de vacunas no ha perdido vigencia: tres de cada cuatro personas en el mundo aún no ha recibido ni una sola dosis, y las nuevas variantes azotan hasta las regiones más avanzadas en la inmunización de sus habitantes. ¿Hasta cuándo hay que esperar?

El largo camino dentro de la OMC

En octubre de 2020, India y Sudáfrica fueron los primeros en poner el asunto sobre la mesa. Ambos países emitieron una solicitud a la Organización Mundial del Comercio (OMC) con un “llamamiento urgente a la solidaridad mundial y al intercambio sin trabas de tecnología y conocimientos técnicos”. En concreto, propusieron que se suspendan provisoriamente una serie de disposiciones del Acuerdo sobre los aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, conocido por su sigla ADPIC. El acuerdo sobre los ADPIC es el principal marco regulatorio internacional sobre la protección de derechos de propiedad intelectual.

Hasta la fecha, más de 100 países apoyan la solicitud, entre ellos Rusia, China, Francia y Estados Unidos; desde Latinoamérica también ofrecieron su aval México, Bolivia, Paraguay, Venezuela y Argentina. Pero para alcanzar un acuerdo  formal se necesita ni más ni menos que la unanimidad de los 164 países miembros de la OMC, un organismo que suele trabajar por consenso. Quien encabeza ahora la oposición al proyecto y asume la vocería más activa es Alemania.

“Creo que la renuncia política a la patente es el camino equivocado remarcó Angela Merkel hace dos semanas frente al Parlamento alemán. “Cuando necesitamos vacunas lo más rápido posible para todo el mundo, como ocurre hoy, tenemos que asegurarnos también de que se desarrollarán vacunas en el futuro. Esto sólo puede lograrse si en lugar de suspender la protección de la propiedad intelectual la mantenemos, aseguró.

Alemania recupera así los argumentos de las empresas farmacéuticas, que insisten en que el principal cuello de botella está en la transferencia técnica y de conocimientos. La Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas se refirió a la propuesta como “una solución simplista y equivocada a un problema muy complejo”, al tiempo que advierten que dicha medida puede ser contraproducente.

En las últimas semanas, la industria ha recrudecido las maniobras para evitar que prospere cualquier iniciativa de liberación de patentes. Un informe del Observatorio Europeo de las Corporaciones señala que se gastan 36 millones de euros y se ocupan al menos 290 personas en el lobby farmacéutico que busca influir en las decisiones de la Unión Europea.

Los países que se rehúsan a liberar las patentes ya se encolumnaron detrás de una propuesta alternativa, que fue presentada el 4 de junio por la presidenta de la Comisión Europea. La iniciativa habla de precios asequibles para los países que más lo necesiten y plantea que los laboratorios desarrollen fármacos genéricos a cambio del pago de un canon a aquellos que poseen las patentes.

El nacionalismo de las vacunas 

El próximo 15 de julio, Joe Biden sostendrá una reunión bilateral con la canciller alemana para abordar, entre otros puntos, la lucha contra la pandemia. Así es que distintas organizaciones que pugnan por la suspensión de patentes emitieron una carta conjunta para reclamar una presión más decidida del gobierno norteamericano. “La cumbre de Merkel no puede considerarse un éxito si no incluye un acuerdo para que Alemania se sume a su apoyo a la exención y priorice el fin más rápido posible de la pandemia”, indican.

Por su parte, representantes del bloque de izquierda del Parlamento Europeo impulsaron una resolución para exigir la suspensión de patentes. La iniciativa fue aprobada el 10 de junio pasado con 355 votos a favor, 263 en contra y 71 abstenciones. Se trata de una resolución sin valor legislativo pero que busca fortalecer y hacer visible los apoyos.

Unos de sus impulsores, el eurodiputado belga Marc Botenga, ha cuestionado el concepto de diplomacia de las vacunas y su uso peyorativo para refererirse a la forma en que los países gestionan la tecnología contra el COVID19 en términos geopolíticos. Botenga sostiene que hay un problema mucho mayor al que podríamos denominar nacionalismo de las vacunas, en el que un grupo reducido de países se garantiza sus dosis y, al mismo tiempo, no permite que otros produzcan las suyas.

“Para romper el nacionalismo de las vacunas hay que globalizar la producción, el derecho a producir tiene que ser global, porque el nacionalismo viene del hecho de decir que no hay suficiente y quieres una porción grande. ‘Es un pastel pequeño y quiero una parte grande, me la guardo para mí’. Lo que tenemos que hacer es aumentar el pastel, hornear un pastel más grande, esta es la solución”.