A diferencia de lo que el mainstream de la economía predica, las decisiones económicas que toman los gobiernos son profundamente políticas y no se desandan de un momento para otro. La dictadura vino a instalar un nuevo modelo de acumulación basado en la valorización financiera que caló profundamente en la estructura económica y social y tiene sus consecuencias hasta el día de hoy.
Los argumentos utilizados fueron las ideas neoclásicas del mercado, como el asignador más eficiente de los recursos y de las ventajas comparativas, según las cuales debíamos volver al modelo agroexportador con una intervención mínima del Estado. Sin embargo, la instalación de este nuevo patrón de acumulación perseguía un objetivo subyacente: la revancha clasista.
Revertir el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones, con tintes estatistas y peronistas, significa ante todo frenar el enorme crecimiento de la clase obrera y disminuir su capacidad de negociación, que había alcanzado, por primera vez en la historia, una participación en el producto a la par del capital- el famoso “fifty-fifty”-, así como una amplia variedad de derechos laborales. Algo inaceptable para la oligarquía y para el imperialismo, en su ofensiva contra las ideas socialistas.
La bicicleta financiera y la estatización de la deuda privada: un negocio perfecto
La primera medida que tomó Martinez de Hoz mostró la verdadera cara de este nuevo patrón de acumulación, ya que se trató de la disminución del salario real en un 40% y la reforma de la Ley de Contrato de Trabajo para el logro del aumento de la productividad laboral. El excedente económico pasaba de estar en manos de la clase obrera a ser apropiado por el capital.
El “Programa de Recuperación, Saneamiento y Expansión de la Economía” de 1976 se basó en dos bloques. En primer lugar el achicamiento del Estado, a través de la disminución del gasto público así como “privatizaciones periféricas”, la eliminación de aranceles, subsidios y retenciones en lo comercial. La única política que no iba en línea con la disminución de la intervención del Estado eran las leyes de promoción industrial, que implicaban una serie de subsidios y exención de impuestos.
En segundo lugar, la creación de un contexto propicio para la especulación financiera y al fortalecimiento de distintas fracciones de capital. Las nuevas leyes de Entidades Financieras y de Inversiones Extranjeras inauguraron la Reforma Financiera y siguen vigentes en su esencia hasta la actualidad. Implicaban por un lado la facultad para las entidades de determinar el nivel de las tasas de interés y el destino de los créditos y el fomento a la entrada de capital extranjero y el tratamiento igualitario de éste respecto del nacional.
A partir de este esquema, en un contexto de expansión crediticia del centro a la periferia, y con la tasa de interés liberada que se ubicó por encima de la internacional, el eje central de la economía pasó a ser las finanzas y se configuró la bien conocida bicicleta financiera.
¿Cómo era el mecanismo? El capital privado ahora podía tomar endeudamiento externo a tasas de interés bajas, mientras que valorizaban esos recursos en el mercado interno a tasas de interés elevadas, y por último el gobierno de facto les garantizaba, vía endeudamiento externo público, las divisas necesarias para que estos capitales, puedan ser fugados al exterior.
A esto se le suma la estatización de la deuda externa privada, que se llevó adelante a partir de los seguros de cambio, que consistían en un contrato entre el Banco Central y una empresa privada, en la que el primero le otorgaba un préstamo a la firma en dólares para que ésta pague su deuda externa, pero ésta le devolvía el préstamo en pesos a una tasa de cambio previamente acordada, sumado a un tipo de interés.
Sin embargo, en un contexto devaluatorio- por la “Tablita Cambiaria”-, cuando vencía el contrato, el dólar se ubicaba a un valor mayor del que estaba pactado en la tasa de cambio. Esto implicaba que al final de cuentas el privado transfería su deuda externa, por supuesto en dólares, al Estado.
Por último, la promoción industrial- una política llamativa en el marco de la idea de un Estado mínimo- no fue más que una enorme transferencia de recursos desde el Estado hacia el sector privado, que ni siquiera se tradujo en inversión local, debido a que no había ninguna exigencia de reinversión de utilidades. Básicamente, permitió a este grupo de firmas, nacionales y extranjeras, sostener una actitud especulativa, debido a que podían diferir pago de impuestos en un contexto de alta inflación y suba de la tasa de interés, por lo que les permitía tener un excedente de recursos valorizables financieramente.
Los efectos de toda esta batería de políticas fueron muy concretos: el desmantelamiento de un entramado industrial construido a lo largo de muchas décadas, el aumento de la explotación del trabajo y la desocupación y la subocupación como fenómeno nuevo, y el acrecentamiento, en número y en poder, del capital privado por sobre el público, en particular de los grandes grupos económicos locales y extranjeros (que estaban compuestos por la oligarquía que se había diversificado a distintas actividades productivas durante la ISI y por las empresas trasnacionales). En suma, la valorización financiera se logró a costa de una redistribución regresiva del ingreso desde los asalariados hacia el capital oligopólico concentrado.
Los efectos sociales y un pequeño aporte desde una mirada feminista
La detención, tortura y desaparición de dirigentes políticos, militantes y civiles, sumado al robo de bebés, fueron las armas utilizadas por los militares para acabar con una generación que quería construir un mundo más justo e igualitario. El miedo a hacer política y la desmovilización fue uno de los efectos más importantes a posteriori y subsistió por décadas.
Esto también afectó fuertemente al movimiento de mujeres, que desde el voto femenino y su creciente incorporación en el mercado de trabajo, comenzaba a adentrarse en la vida pública y política. Por supuesto se trataba de un mercado de trabajo machista con brechas salariales y abusos patronales. Cuando se instala la dictadura fueron las primeras en ser despedidas. Una de las modificaciones que continúa vigente en la actualidad, fue la de la Ley de Contrato de Trabajo, que impactó en los derechos de cuidado, debido a que se redujo a la mitad el tiempo de licencia sin goce de sueldo para el cuidado de sus hijes, de 1 año a seis meses.
El efecto general es el del freno al desarrollo de un movimiento efervescente y al protagonismo de las mujeres y disidencias en la escena pública.
La pesada herencia de la Dictadura
No es tarea fácil reconstruir el entramado fabril, sobre todo por los efectos irreversibles que las políticas desindustrializadoras tienen sobre el trabajo. Menos aún, si en 46 años de democracia, muchos de los gobiernos reforzaron el modelo neoliberal y la valorización financiera como patrón de acumulación.
Únicamente el Kirchnerismo, desarrolló un gobierno de carácter nacional y popular, impulsando la industrialización y la distribución equitativa del ingreso para la inclusión social. Sin duda, en esos 12 años, el eje central de la economía fue la producción y el consumo en el mercado interno. Eso no implicó que las finanzas no sigan teniendo un lugar de suma importancia en la economía. En la actualidad seguimos teniendo la misma Ley de Entidades Financieras y de Inversiones Extranjeras, los pilares de la Reforma Financiera del ´77 y nunca más se decretó el impuesto a la herencia.
Las respuestas de estos por qué, las encontramos en el enorme poder que adquirieron y que mantuvieron los grandes grupos económicos de la Argentina, que se privilegiaron enormemente por las políticas económicas dictatoriales, configurándose como detentores de recursos estratégicos como la tierra y las divisas, y escalando posiciones de liderazgo en empresas de todos los sectores productivos.
La memoria estalla hasta vencer
Es probable que luego de este repaso de las políticas implementadas en la Dictadura cívico-militar, lxs lectores hayan encontrado una familiaridad con el proyecto neoliberal expresado por Macri, Larreta y Bullrich. Esto se debe a que su gobierno no fue más que un intento de “hacer mediante los votos lo que no se pudo hacer con las botas”.
Macri, heredero de uno de los grupos económicos más poderoso, el grupo SOCMA, formó un gabinete de CEOs e impulsó el mismo modelo de acumulación del capital que la Dictadura. Liberó la tasa de interés lo que generó la bicicleta financiera a través del mecanismo LEBACs, LELIQs- dólares-fuga, tomó niveles de deuda externa exorbitantes volviendo a meter a la Argentina en el FMI, estatizó deuda privada, como fue quita de deuda del Correo Argentino de Franco Macri. Y también llevó a cabo una revancha clasista a partir de la condena a la militancia ñoqui o choriplanera con despidos masivos en el sector público, las represiones a movimientos sociales, la persecución a pueblos originarios, y mediante la elevación lo largo de su mandato de los niveles de desocupación, pobreza y marginalidad.
La memoria histórica- y económica- tiene que servirnos para no repetir los mismos errores, y seguir construyendo procesos emancipatorios en toda América Latina y el Caribe para, desde la soberanía de nuestros pueblos poder enfrentarnos a los poderosos de siempre, y pensar modelos económicos basados en el cuidado de la vida, en lugar de la acumulación de capital.
La lucha de lxs compañerxs desaparecidxs y de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo son siempre nuestros faroles entre tanta neblina machista y de derecha. Los dinosaurios tardan en extinguirse, pero tarde o temprano, van a desaparecer.