Son horas de angustia. Ganó la extremaderecha, ganó el discurso negacionista, ganaron los amigos de Videla. Ganó también el discurso social que señala al Estado como el principal problema de nuestras vidas. Que pone en duda la necesidad de mantener algunos derechos, como la salud y la educación gratuita.
Pero quizás, hundirse en ese análisis nos encierre en el mismo error: un gran porcentaje de votantes de Javier Milei son anti peronistas, sí (y convencidos de ese tipo de políticas), pero otra gran parte solo anhelaba un cambio.
Fueron cuatro años de ajuste, tarifazos y endeudamiento bajo la gestión de Mauricio Macri. Y otros cuatro años de pandemia, dependencia absoluta al Fondo Monetario Internacional (FMI) y una desopilante falta de imaginación y astucia política para poder lograr medidas que beneficien a ese pueblo cansado. Hoy hay más de 40% de argentinos y argentinas bajo la línea de pobreza y la inflación interanual ya supera el 150%. No era descabellado que ganara Milei.
Es cierto que esa sensación no era tan clara si uno ponía el foco en la muy buena campaña que hizo Sergio Massa, quien demostró ser un candidato potable.
Pero el termómetro de la calle no lo pudo advertir ninguna encuesta. Después de todo, la verdad siempre reside ahí. Todos los pronósticos fallaron estrepitosamente en las PASO, cuando Milei se metió con chances serias después de cosechar un 30% de votos. Y volvieron a fallar este 19 de noviembre.
¿Quién hubiera dicho que ganaría con más de 11 puntos de diferencia?
Milei al gobierno, Macri al poder
Ahora bien, ya metiéndonos en la gestión que gobernará los próximos cuatro años desde la Casa Rosada, hay que poner algunos paños fríos. Primero: Milei deberá valerse completamente de la estructura que le pueda garantizar Mauricio Macri, teniendo en cuenta que La Libertad Avanza (LLA) es un partido político improvisado y con evidente falta de experiencia en la gobernabilidad. De hecho, para entenderlo con un ejemplo concreto hay que recordar que actualmente Milei no tiene ni siquiera un intendente de su color. Mucho menos un gobernador.
Eso -a la hora de construir poder- lo obligará a tener que acordar y ceder terreno al PRO, o al menos al PRO que hoy acompaña a Macri y Patricia Bullrich, principales aliados del presidente electo.
Por lo cual: ¿Se podrán llevar a cabo todas las propuestas que tiene en mente Milei? ¿Cómo será el clima en la Casa Rosada con un gobierno que mostrará sus diferencias y disputas constantes?
A todo esto hay que agregarle que luego de estas elecciones, ninguna fuerza pudo lograr una mayoría en el Congreso de la Nación. Por lo que, toda iniciativa que se dispute desde el Poder Legislativo, tendrá que encontrar altos consensos y acuerdos para sancionarse.
Estarán en riesgo las banderas que pensábamos ganadas
Sin embargo, hay un punto en donde el arribo de una fuerza de extrema derecha y conservadora como La Libertad Avanza puede hacer un daño considerable en nuestra democracia. Hablamos de la batalla cultural, ese concepto que acuñó hace muchas décadas atrás el pensador y militante de izquierda, Antonio Gramsci.
Se trata del terreno de las ideas y de los discursos que terminan moldeando a una sociedad. No es una exageración: en solo un año, Milei pudo poner en discusión algunas banderas que se creían inamovibles, tales como el rol del Estado en la vida de la gente, el repudio a los genocidas de la última dictadura cívico-militar y el rechazo a las políticas económicas que en un pasado hicieron mucho daño, como la dolarización y las privatizaciones. Son viejas ideas que vuelven como nuevas y que hoy están ganando.
La sola imagen de Victoria Villarruel teniendo un rol preponderante en el nuevo gobierno, es una síntesis de este punto. Se trata de una abierta defensora de genocidas que ya no se oculta, porque es la nueva vicepresidenta electa del país.
Pero habrá otros debates de igual peligrosidad: como el achique del Estado, programas sociales, jubilaciones, seguridad, relaciones con el exterior, etc.
La batalla cultural que se viene será encarnizada y muy difícil.
El futuro incierto del peronismo y la resistencia
Si Sergio Massa hubiese ganado en las pasadas elecciones y se convertía en el nuevo presidente, eso ya iba a bastar para trastocar al peronismo de acá a cuatro años. Pero la dura derrota sufrida en el balotaje cambiará los planes de igual o mayor manera para el peronismo. También para casi todo el Campo Popular.
Hay una foto muy simple de ver: Cristina Fernández podría volver a encarnar una figura de referencia para un sector del peronismo que resistirá a las medidas de Milei y los suyos. Pero al mismo tiempo, la responsabilidad de gobierno y la presencia en la vida diaria de mucha gente, caerá en otros dirigentes, como el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof (la tensión constante que habrá entre Nación y Provincia, es tema aparte).
Lo que pueda suceder con Sergio Massa, por ahora, es pura especulación. Si bien su performance fue realmente destacable, en el peronismo no siempre se acompaña al derrotado.
En todo caso, no hay garantías para considerar que lo que hoy se conoce como Unión por la Patria continúe trabajando en unidad como hasta ahora. El sector kirchnerista tendrá una estrategia de lucha y el resto del peronismo que no siempre ha sido cercano, tendrá otra.
En definitiva, se espera que la movilización en la calle se reactive, tal como sucedió durante los cuatro años del gobierno macrista. Desde allí se consiguieron algunas claves para ponerle freno a un proyecto de restauración del neoliberalismo, que finalmente no fue.
La pregunta es: ¿Milei podrá?