Tareas de cuidado: reparación histórica y democratización

El Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Servicio por Tareas de Cuidado es una reparación histórica porque reconoce aquello que fue invisibilizado socialmente.

Tareas cuidado

La Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) esta semana dio mayores precisiones sobre cómo será el procedimiento para poder acceder al Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Servicio por Tareas de Cuidado. Esta acción es, sin duda, un avance respecto a la visibilización y reconocimiento de las tareas de cuidado por parte del Estado. Es una política que busca reparar una desigualdad histórica en relación a la distribución de los cuidados de niños y niñas.

A partir de este programa se busca reconocer a las tareas de cuidado de hijos e hijas como años de aportes y servicios lo que permitirá acceder a la jubilación a mujeres de más de 60 años que no tienen los 30 años de aportes requeridos. Por cada hijx se reconocerá un año de aportes y el doble si fueron titulares de la Asignación Universal por Hijo (AUH).

Las organizaciones y movimientos populares, desde hace años, trabajamos para visibilizar lo necesario e importante que es que se reconozcan las tareas de cuidado como un trabajo. Esta iniciativa reconoce un derecho fundamental como la jubilación que hoy implicaría que 155 mil mujeres en nuestro país y 39.179 en la provincia de Córdoba tengan acceso a una jubilación.

Tareas cuidado

Reconocimiento y distribución de los cuidados: un claro ejemplo de la naturalización de las desigualdades

Lo primero que hay que decir es que partimos de la base de que todxs lxs seres humanxs somos vulnerables, necesitamos de otrxs para vivir, de redes de cuidado y afecto, y también ciertas condiciones materiales que hagan nuestras vidas vivibles. Lo que quiero decir con esto es que la provisión de cuidados es algo esencial para el sostenimiento de la vida.

Ahora bien, el problema está en que, aunque claramente esta necesidad forma parte de la esfera pública, históricamente, las tareas reproductivas y de cuidados han sido invisibilizadas y asignadas a las mujeres o identidades feminizadas.

Las tareas de cuidado y domésticas, tanto intrafamiliares como comunitarias, no sólo no son reconocidas, sino que aparecen como naturalmente desarrolladas por mujeres. Es decir, la asignación de un rol que ubica a las mujeres en (y como responsables de) la esfera de lo privado se asienta en un biologicismo reproductivo que lo naturaliza.

La imposición de estas tareas a las mujeres implica muchas veces la imposibilidad de acceder al mercado de trabajo o, cuando si lo hacemos, una sobrecarga en la jornada laboral. La situación es aún más compleja en el caso de las mujeres que tienen a cargo muchxs hijxs o que además del cuidado de hijxs deben garantizar el cuidado de otrxs familiares. Es casi imposible para ellas ausentarse del hogar ya sea para realizar otros trabajos, para estudiar y ni hablar de tener tiempo de ocio.

Los datos disponibles sobre la distribución asimétrica de las tareas de cuidado en nuestro país son alarmantes (INDEC, 2013): mientras que el 89% de las mujeres realizan tareas de cuidado y del hogar, sólo lo hace un 58% de los varones. Dedicamos el doble de horas diarias a tareas de cuidad;, 6,4 hs las mujeres y 3,4hs los varones.

Esta es una razón de peso para que las mujeres, sobre todo de los sectores populares, tengamos menores posibilidades de acceso al mercado formal de trabajo y que, sólo 1 de cada 10, lleguemos a los 30 años de aportes requeridos para jubilarnos. Como vemos, estos sentidos simplificados sobre nuestro rol en la sociedad son utilizados para justificar una realidad histórica y social: las mujeres somos doblemente explotadas.

Otro aspecto a tener en cuenta es que si el Estado no reconoce el derecho a no cuidar y a ser cuidadas el mercado avanza. Si desde el Estado no se asume a los cuidados como parte de sus responsabilidades estos quedan librados a la oferta del mercado y allí, como siempre, son las últimas las que salen perdiendo.

Tareas cuidadoDigo esto porque son las mujeres de sectores medios y altos las que pueden pagar niñerxs, jardines materno-paternales, geriátricos, y de esta manera, tener algo más de tiempo para desarrollarse profesionalmente y acceder al mercado laboral.

Las mujeres de los sectores populares que no pueden pagar los cuidados, distribuyen estas tareas con otras mujeres de su familia o del barrio, aumentando así, la carga de trabajo diario que tienen cada una de ellas y esto debe ser reconocido y modificado.

 

Tareas de cuidado: hacia el reconocimiento y la democratización 

En el marco de una de las asambleas que realizamos este año con las vecinas que gestionan comedores en Córdoba, una de ellas gráfico claramente cómo habían vivido el ASPO, ella dijo que pasó a ser una supermamá, otra señaló que fueron cuidadoras 100%.

Es que además de todas las tareas que ya hacían tuvieron que ser maestras, médicas, y hacer malabares para sostener abiertas las puertas del comedor y responder al aumento en la demanda de comida. Pasaron a ser cuidadoras las 24 horas del día.

Fueron las mujeres las que, una vez más, se organizaron para dar respuesta y acompañar a quienes más lo necesitaban cuando los contagios avanzaban en los barrios populares. Consiguieron los alimentos para darle de comer a lxs pibxs; acercaron bolsones de comida e insumos a las familias que estaban aisladas por COVID; acompañaron a hacer tareas escolares; asistieron a quienes tenían dificultades en el acceso a la salud.

En fin, en el último año y medio -y como ha sucedido históricamente- fueron las mujeres las que se esforzaron para sostener la vida cotidiana en los territorios.

Este es un claro ejemplo de cómo los cuidados no solo implican tiempo dedicado a la crianza de hijxs, también comprende tareas de asistencia a personas mayores o con discapacidades así como, el tiempo dedicado a actividades en el ámbito comunitario. Por ello es fundamental visibilizar todas estas tareas y que las políticas públicas  también las reconozcan como parte del trabajo que realizamos cotidianamente las mujeres.

Tenemos que echar por tierra el discurso que sostuvo históricamente que cuidar es algo que tenemos que hacer las mujeres porque nos corresponde y que, no es trabajo, porque trabajar es salir de la casa a producir un bien o un servicio para el mercado. Un discurso que es contradictorio.

Todxs podemos cuidar, puede -y debe- ser una actividad compartida. Por otra parte, en relación a la falsa dicotomía entre lo productivo y lo reproductivo, nosotras sí producimos: producimos vida con todo el valor que ello posee, producimos bienestar, producimos condiciones materiales que hacen viable esas vidas. En este sentido, sí es reconocido como un trabajo remunerado cuando se ofrece como un servicio por el sector privado o público por qué no lo es cuando lo realizamos todos los días en nuestras casas y barrios.

Debemos seguir trabajando activamente para que no solo sean reconocidas las tareas de cuidado que realizan las mujeres madres con sus hijxs, sino también aquellas que involucran el cuidado de otrxs familiares y, fundamentalmente, aquellas que se realizan en ámbitos comunitarios.

Esto es necesario para que exista una distribución más equitativa de los cuidados y no sigan recayendo completamente sobre las mujeres e identidades feminizadas. La democratización de los cuidados es imperativa y en este punto el Estado, a través de las políticas públicas, pero también, de la legislación cumple un rol fundamental.

El Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Servicio por Tareas de Cuidado es una reparación histórica porque reconoce, pone nombre a aquello que, deliberadamente, fue invisibilizado socialmente. Sin embargo, es necesario seguir avanzando. Necesitamos profundizar esta política y que su implementación y permanencia no dependa de los gobiernos de turno sino que tenga fuerza de ley. Las mujeres e identidades feminizadas tenemos que tener derecho  a no cuidar y ser cuidadas y es el Estado el que tiene que garantizarlo.