El descontento es generalizado. Debido a los cuatro años del macrismo y la mala imagen que deja el actual gobierno nacional a poco de terminar su ciclo, el común denominador para estas elecciones parecen ser la decepción y el desánimo. Pero no la esperanza de cambio.
Es decir, por ahora, ningún candidato de la oposición despierta un sentimiento positivo en la gente. Más bien se vuelven una posibilidad de voto-descarga, un voto para terminar de tirar a un gobierno frágil y poco eficiente. Eso, sin embargo, no alcanza para enamorar a las masas y por ende, todavía no tienen la victoria asegurada.
Patricia Bullrich es quien -se podría afirmar- está tocando algo en la fibra de las clases populares, al proponer “mano dura” y “orden”. Pero nadie puede afirmar que su postura radical termine siendo efectiva. Habrá que esperar al domingo.
Por otro lado, Horacio Rodríguez Larreta no termina de encajar en un escenario electoral cada vez más corrido a la derecha, pese a que lleva como precandidato a vicepresidente al gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, uno de los dirigentes políticos que más abraza la represión en la actualidad.
Patricia Bullrich es quien está tocando algo en la fibra de las clases populares
Y finalmente, Javier Milei, que pintaba como una revelación de la extrema-derecha, se desgasta con el día a día y cae en un asegurado tercer lugar, que solo podrá incidir en las negociaciones del Congreso. Por supuesto, para nada despreciable teniendo en cuenta la peligrosidad que generan las ideas de los denominados “liberales”.
Ahora bien, dentro de la oferta que brinda Unión por la Patria, el dirigente social Juan Grabois se alza como una carta de renovación generacional, con planteos que por momentos parecen “patear el tablero” y conducir hacia reformas estructurales. Pero al menos que en estas PASO se dispare una sorpresa nunca antes vista, Grabois tiene pocas chances frente al principal candidato del oficialismo: Sergio Tomás Massa.
Principalmente porque el actual ministro de Economía tiene el aval de casi todo el peronismo y el kirchnerismo, los principales sindicatos como la CGT y hasta una porción de la Economía Popular (que por naturaleza, deberían estar apoyando a Grabois).
A lo sumo, la estrategia del líder social pasará por “negociar” con el piso de votos que conseguirá el próximo domingo 13 de agosto. Para que esos puntos valiosos que dejará (nadie sabe todavía de cuánto se trata) viren hacia Massa en octubre, ambos candidatos deberán sentarse a charlar. Es ahí cuando el actual ministro deberá incorporar al menos algo de la agenda que plantea el dirigente del MTE, que también es hoy un refugio moral para muchos indignados dentro del campo nacional y popular.
la estrategia del líder social pasará por “negociar” con el piso de votos que conseguirá el próximo domingo
La pregunta que cabe en este análisis básico de las próximas elecciones es: si ningún candidato termina de enamorar o puede romper el techo de votos para ser tomado en serio, ¿Para dónde se perfilará el voto mayoritario?
La apuesta dentro del oficialismo es que ese destino sea la boleta de Sergio Massa – Agustín Rossi. Las razones no son tan claras, pero se pueden llegar a comprender.
En primer lugar, la sensación de vacío de poder que se vive en la Argentina está siendo encarnada por al menos dos personas: Cristina Fernández de Kirchner y el ministro de Economía. Pero si eso se traslada a la arena electoral, el único que puede arrogarse ese título es obvio: Massa.
El hecho de que el candidato a presidente sea uno de los pocos funcionarios que “salga a dar la cara” por la situación económica del país puede generar dos efectos muy opuestos: o mayor rechazo o mayor reconocimiento de parte de la gente.
El gobierno quiere creer que será el premio y no el castigo, a pesar de que la figura de Massa está asociada con demasiados vaivenes políticos (todavía resuena la frase “yo voy a terminar con los ñoquis de la Cámpora”).
El arrastre bonaerense podría elevar a Massa
Pero la apuesta de que Massa sea el hombre más votado y se conduzca hacia una posible victoria en octubre (o en el balotaje) también tiene que ver con que en la provincia de Buenos Aires -el gran bastión electoral- se pueda llegar a cosechar una victoria peronista de la mano de Axel Kicillof, quizás el dirigente con mejor imagen dentro del oficialismo.
El arrastre bonaerense podría elevar a Massa, que al mismo tiempo puede que no tenga el mismo acompañamiento en otras provincias que votarán este domingo.
Esas dos claves se explicarían también por una memoria popular que todavía estaría en la gente respecto a la experiencia macrista, la cual dejó marcas que todavía no se borran, como la de los tarifazos, la apertura de importaciones, el cierre de Pymes y el endeudamiento criminal por 45 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El gran problema económico del país actualmente.
A partir de este lunes 14 el país volverá a cambiar. Una fuerte derrota por parte del oficialismo podría generar un mayor desequilibrio económico (como ocurrió en las PASO del 2019 con la especulación del mercado) o más bien, la figura de Massa y del gobierno podrían consolidarse de cara a octubre, con una victoria ajustada.
Estamos a menos de una semana. Las urnas tendrán la verdad.