Todos los veranos numerosos focos de incendio son noticia en distintos puntos de Argentina y que cada año se vuelven más grandes y difíciles de controlar. Desde las organizaciones ambientales afirman que el cambio climático es una de las causas, ya que tiene como consecuencia temperaturas más altas y sequías más prolongadas que intensifican el peligro de incendios. A eso se le suman prácticas poco o nada reguladas, como la quema de pastizales con fines productivos y la quema de basura a cielo abierto, y la falta de medidas preventivas que actúen sobre las zonas de riesgo.
Además de poner en peligro las vidas de las poblaciones de estas zonas, el fuego afecta gravemente a ecosistemas naturales que, paradójicamente, son clave para combatir el calentamiento global.
“Estamos viviendo los efectos de la crisis climática en primera persona: vemos arder montes húmedos y humedales desde las bases porque el material vegetal que antes estaba cubierto por agua quedó expuesto por las prolongadas sequías y hoy es material combustible”, afirmó en un comunicado Sofía Heinonen, Directora Ejecutiva de la Fundación Rewilding Argentina, que trabaja para revertir la extinción de especies y la degradación ambiental.
De los incendios de esta temporada el que más resonó fue el de Corrientes, por su extensión y duración: según un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), entre enero y marzo de este año se quemó el 12% de la provincia (más de 1 millón de hectáreas). Ese número incluye cerca del 40% de la superficie del Parque Nacional Iberá y de los Esteros del Iberá, un extenso humedal único en su tipo por su biodiversidad que es hogar de decenas de especies en peligro de extinción.
La noticia fue parte de la agenda mediática por varios días, hasta que las lluvias ayudaron a aplacar los últimos focos contra los que seguían luchando los cientos de brigadistas que trabajaron en la zona.
Los humedales afectados por el fuego son zonas de inundación con ecosistemas únicos donde vive y se reproduce el 40% de la biodiversidad de la tierra, terrenos híbridos entre acuático y terrestre capaces de recargar los acuíferos, impedir las inundaciones cuando hay crecidas y almacenar agua cuando hay sequías. Desde la Fundación afirmaron que el impacto sobre la biodiversidad que tuvo el incendio es “incalculable”.
Pero el fuego no es lo único que amenaza estos ecosistemas: la ampliación de la frontera agrícola, el uso de agrotóxicos, la actividad minera, el desarrollo industrial e inmobiliario y el desecho de residuos mal tratados, vulneran día a día los más de 600.000 km² de humedales presentes en el territorio nacional.
Ejemplo de esto es el caso de los humedales, la selva marginal y el bosque de Hudson, en Berazategui (a 30km de la Ciudad de Buenos Aires), donde en los últimos veinte años se construyeron alrededor de 30 barrios privados que devastaron el área, talaron el bosque y elevaron los terrenos para evitar inundaciones, perjudicando a los vecinos de la zona directa e indirectamente.
En 2010, el municipio de Berazategui comenzó la construcción de obras en la costa de Hudson que, entre otras consecuencias, provocaron que el río ya no pueda llegar al bosque. Organizaciones socio-ambientales como el Foro regional en defensa del Río de la Plata, la salud y el medio ambiente vienen denunciando hace años la ilegalidad de esas obras.
Ernesto Salgado, vecino de Berazategui y uno de los fundadores de la organización, afirmó a ARGMedios que “a pesar de que en el discurso oficial se dijo que la intención era crear un paseo para que disfrute la gente, la realidad es que lo hicieron para impedir que las crecidas del río afecten a los barrios privados”.
Si bien hace seis años se logró detener la construcción del camino costero, el daño continúa: la construcción de un murallón hizo que, al perder contacto con el río, el bosque deje de regenerarse y comience a morir.
Un territorio tan importante, ¿no debería gozar de mayor protección?
En los últimos nueve años se presentaron más de una veintena de proyectos de ley para la protección de los humedales. Algunos afortunados alcanzaron la media sanción en el poder legislativo, pero todos terminaron igual: perdiendo estado parlamentario, olvidados e ignorados en algún cajón del Congreso.
El último proyecto en sufrir ese destino fue la llamada ley de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental para el Uso Racional y Sostenible de los Humedales, que en el año 2020 fue debatido en comisiones de la Cámara de Diputados y contó con aportes de organizaciones sociales y ambientales, diversos actores del sector académico y también del productivo y agropecuario.
Entre otras cuestiones, proponía crear un Inventario Nacional de Humedales, penalizar los incendios intencionales en los territorios protegidos y regular la aplicación de sustancias contaminantes, productos químicos o residuos. A pesar del gran apoyo que tuvo, el dictamen perdió estado parlamentario en diciembre del año pasado.
El pasado 2 de marzo, el diputado del Movimiento Evita Leonardo Grosso volvió a presentar el proyecto junto a otros legisladores y más de 400 organizaciones. Paralelamente, pocas semanas antes el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié, había confirmado en una reunión organizada junto al Consejo Federal de Medio Ambiente (COFEMA) que “se comenzará a trabajar en un nuevo proyecto de ley para la conservación y uso sostenible de humedales consensuado, con perspectiva federal y en diálogo con las ONG y los sectores productivo, científico y académico”.
Esto no pasó inadvertido para las organizaciones que hace años vienen luchando por una ley de humedales. Salgado también afirmó: “Cuando el ministro dice que el proyecto tiene que tener una visión federal, quiere decir que van a entregar la ley a la decisión de los Gobernadores que son socios de los lobby que han impedido su aprobación hasta ahora. Cuando dice «queremos que salga con la amplitud suficiente», ¿está negando que todos los proyectos anteriores fueron ampliamente consensuados?”.
Para los asambleístas y ambientalistas, decir que “no hay más tiempo” suena a una frase hecha (pero no por cliché es menos cierta). La necesidad de una ley que proteja los humedales es fundamental y es necesario que los legisladores pongan a un lado los intereses económicos de unos pocos y actúen en favor del pueblo y el medio ambiente, imprescindible para el desarrollo de una vida digna.