Con desafíos enormes y un histórico reciente de movilizaciones sociales interrumpidas por la pandemia, Bolivia, Chile, Estados Unidos y Venezuela, enfrentan comicios que prometen un fin de 2020 convulsionado.
En Chile las protestas de octubre del 2019 lograron impulsar un plebiscito para una nueva Constitución que reemplace la vigente desde la dictadura militar . A finales de noviembre, en ese mismo año, Evo Morales fue destituido del cargo y reemplazado por la autoproclamada Yanine Añez que continúa retrasando las elecciones. Venezuela, por su parte, se prepara para un proceso electoral que busca renovar la Asamblea Nacional de la República Bolivariana. Y la elección norteamericana promete definirse en el terreno discursivo, donde republicanos y demócratas buscan voto vinculando al oponente con lo más oscuro de la política.
Casi un año del Golpe de Estado en Bolivia
Los comicios estaban previstos para el 6 de septiembre. Sin embargo, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) volvió a postergar la fecha para el 18 de octubre y eso desencadenó una reacción en las calles. Las protestas se dieron en forma de cortes y piquetes en varios puntos del país, y encendieron de nuevo la posibilidad de una represión de parte del gobierno de facto.
Al momento, la oposición liderada por el Movimiento al Socialismo (MAS) se encuentra como la fuerza favorita de la mano de Luis Arce Catacora, quien fuera Ministro de Economía y Finanzas Públicas de Bolivia entre 2006 y 2019.
Para la hoy oposición, la postergación de la fecha de las elecciones intenta “ganar tiempo” para debilitar al MAS o incluso, para conseguir la forma de impugnar su candidatura, lo cual se confirmó el pasado 7 de septiembre cuando el juez constitucional Alfredo Jaime Terrazas impugnó formalmente la candidatura del expresidente Evo Morales, quien acompañaría la candidatura de Arce Catacora como senador nacional.
Por esa razón, la oposición se apura para evitar que el gobierno de Jeanine Áñez radicalice su postura. Para eso, el candidato a presidente por el MAS, aceptó en disconformidad la fecha de elecciones para el próximo 18 de octubre, siempre y cuando se apruebe una ley que ratifique esa fecha como “inamovible” y al mismo tiempo, el país se comprometa ante el mundo a realizar los comicios ese día.
Chile: hacia la constituyente
El llamado “Pacto por la paz social y una nueva Constitución” implicó el triunfo de las posiciones que propugnaban por una salida constitucional a la crisis social y política de octubre de 2019, frente a quienes promovieron una salida de tipo destituyente que lograra la renuncia inmediata del presidente Sebastián Piñera. La aprobación de Piñera llegó, según una encuesta de Criteria, a un 12% en agosto.
Aquel pacto partió aguas en la oposición y entre las mayorías movilizadas y hasta fue suscrito por el propio Piñera, por los partidos de la ex Concertación y por buena parte de los principales partidos progresistas y de izquierda, con la salvedad del Partido Comunista.
Los puntos del acuerdo incluyen la realización de un plebiscito previo, previsto originalmente para el 26 de abril y pospuesto por la pandemia para el 25 de octubre, y la elección por sufragio entre una Convención Mixta Constitucional (con participación de congresistas y de delegados constituyentes) o una Convención Constitucional (con el pleno de sus miembros elegidos a tal efecto). Además, los acuerdos constitucionales deberán ser aprobados por dos tercios de dicha Convención y se deberá celebrar un plebiscito final ratificatorio, cuyo voto será obligatorio para toda la ciudadanía.
Al día de hoy la opinión de los chilenos y las chilenas es prácticamente unánime: según el sondeo de Pulso Ciudadano realizado en agosto, el 71,3% de la población está de acuerdo con una nueva constitución, mientras que solo el 9,9% apoya el mantenimiento de la carta magna vigente. Sin embargo, senadores de los partidos derechistas UDI y Renovación Nacional cuestionan la validez del proceso y plantean posponer el plebiscito con motivo de la COVID-19.
Estados Unidos: entre el discurso de odio y la tolerancia demócrata en la elección presidencial
En Estados Unidos la disputa presidencial alcanzó niveles de radicalización de los discursos nunca visto en los últimos años. Si antes veíamos candidatos entregados a la estrategia de sus partidos, lo que vemos ahora es un Trump haciendo uso del estado para favorecer su imagen ante un Biden que, aún con cierta tibieza y menos adhesiones de las que necesita, intenta encolumnar tras de sí a todos los sectores que desde el asesinato de George Floyd vienen manifestandose contra el racismo y la política represiva del gobierno de Trump
En ese sentido, la elección de Kamala Harris, mujer negra e hija de inmigrantes, para integrar la fórmula junto con el discurso contra la represión de manifestaciones en todo el territorio buscan convencer a las personas para que no dejen de votar.
Si antes de la llegada del coronavirus la re elección de Trump parecía inevitable, la caída histórica de la economía junto con el pésimo manejo de la pandemia, con consejos como el uso de remedios ineficientes y hasta la sugerencia de beber desinfectante, sumado a la explosión en las calles tras los asesinatos de personas negras complicaron las aspiraciones del actual presidente. Sin embargo, la radicalización del discurso del republicano y la millonaria campaña en curso de a poco disminuyen la ventaja de un Biden que no logra consolidar el apoyo del grueso de los manifestantes.
Venezuela renueva la Asamblea Nacional
Las elecciones parlamentarias que se esperan para el 6 de diciembre encuentran a la oposición venezolana fragmentada con dos posturas distintas sobre su participación. Los partidos opositores que conforman la Mesa de la Unidad Democrática, el conocido G4, acordaron unánimemente no participar en los comicios, citando denuncias de irregularidades en la planificación de las elecciones y sosteniendo que probablemente sean fraudulentas.
La postura de abstención también muestra fisuras dentro de muchos de los partidos del G4, divididos en su interior. Primero Justicia, facturado entre quienes se suman al boicot diseñado desde Estados Unidos, el sector que responde a Julio Borges, y quienes anuncian que serán de la partida el 6 de diciembre. Incluso el propio Capriles Radonski, sostiene que la estrategia del gobierno autoproclamado de Guaidó encontró su final.
Las elecciones parlamentarias tienen un doble objetivo. Por un lado dejar sin efecto todo intento radical de la oposición golpista, y por el otro, establecer una nueva Asamblea Nacional, con presencia de partidos de la oposición democrática, para normalizar la institucionalidad en crisis, fragilizada a costa de los bloqueos y sanciones internacionales, intentos de golpe y hasta un intento de magnicidio.
Un año que no terminó, el 2020 nos despide con decisiones fundamentales para los pueblos de la región. ¿Qué rol ocupará quien presida el Estado Plurinacional de Bolivia con las consecuencias del abandono y la violencia del gobierno de facto? ¿Qué se decidirá en Chile para romper con esa historia de tanta injusticia hacia su propio pueblo? ¿Cómo seguirá el problema de la violencia racial en Estados Unidos? ¿Se podrá construir una Asamblea Nacional con presencia de varios partidos en Venezuela? no hay respuestas rápidas, hay opciones para elegir, hay mucho camino por recorrer. La lucha de los pueblos nunca termina.