Cuando la Primera Nación Tk’emlúps te Secwépemc de Columbia Británica, en Canadá anunció el descubrimiento, enseguida comenzaron a surgir interrogantes acerca de las circunstancias y los motivos por esas muertes. “Por lo que sabemos, estos niños desaparecidos son muertes no documentadas”, dijo en el comunicado la Tk’emlúps te Secwépemc Kukpi (Jefa), Rosanne Casimir.
“Algunos tenían apenas tres años. Buscamos la manera de confirmarlo por el más profundo respeto y amor a esos niños perdidos y a sus familias, entendiendo que Tk’emlúps te Secwépemc es el lugar de descanso final de estos niños”, explicó Casimir. A su vez, aclaró que dicho descubrimiento fue posible debido a la contratación de un especialista en radar de penetración terrestre para llevar a cabo el trabajo.
Luego del hallazgo, el primer ministro Justin Trudeau se manifestó al respecto y dijo que se trata de un recuerdo doloroso y vergonzoso de la historia de Canadá. A su vez, la Autoridad Sanitaria de las Primeras Naciones (FNHA) dijo en un comunicado que “el hecho de que esta situación exista no es, lamentablemente, una sorpresa e ilustra los impactos perjudiciales y duraderos que el sistema de escuelas residenciales sigue teniendo en las personas de las Primeras Naciones, sus familias y comunidades”.
A lo largo de los últimos cien años, las escuelas residenciales fueron uno de los principales instrumentos para la limpieza étnica llevada a cabo por las autoridades canadienses.
¿Qué son las escuelas residenciales?
El hallazgo generó un debate en torno a estas instituciones indígenas que funcionaron entre fines del siglo XIX y 1996 en el territorio canadiense instaladas por el gobierno y administradas por la Iglesia Católica. Según explica el sitio Indigenous Foundation Arts se calcula que 150.000 niños fueron separados de sus familias y obligados a asistir a internados, donde los relatos de maltrato físico, psicológico y sexual son habituales entre los sobrevivientes.
Las escuelas residenciales tenían como fin eliminar la lengua y la cultura indígenas y sustituirlas por el inglés y las creencias cristianas, respectivamente. Por ese motivo, los alumnos estaban prohibidos de practicar su cultura y eran sometidos a maltratos.
Según el informe presentado en 2016 por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), uno de cada 50 estudiantes de dichas escuelas murió producto de esos abusos y maltratos.
Como explica el periodista Jeremiah Rodriguez en su artículo de CTVNews, la mayoría de las víctimas eran reportadas como desaparecidas, información que en varias ocasiones ni siquiera eran presentadas a las familias. “Las autoridades no informaban a los padres de las muertes; los administradores de las escuelas a menudo se oponían a devolver los cuerpos de los niños para mantener los costes operativos bajos”.
Si bien el reciente hallazgo de la fosa con 215 cadáveres generó estupor tanto dentro de Canadá como hacia fuera del país, esta es una realidad con la que las comunidades indígenas vienen luchando desde hace décadas.
Además de la recientemente descubierta, existen otras fosas encontradas. Entre ellas están las 72 fosas en el Colegio Industrial de Battleford, en Saskatchewan, en la década de 1970; los ataúdes de 34 niños cercanos al Colegio Residencial de Dunbow, en Alberta, en 2001; y las 24 de fosas cerca del Colegio Residencial de Muskowekwan, en Regina, hace dos años.
“No se trata de incidentes aislados”, dijo Andrew Martindale, profesor de antropología de la Universidad de Columbia Británica, al canal de noticias CTV. “Las comunidades indígenas conocen esta historia desde hace generaciones”.
Los números
Según el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), el número oficial de víctimas fatales por abusos y maltratos en las escuelas residenciales es de 4100. Sin embargo, las comunidades indígenas hablan de un número mucho mayor.
La profesora adjunta de historia por la Universidad de Alberta Crystal Fraser declaró en entrevista a CTVNews.ca que “las familias llevan décadas diciéndonos que ese número y esa cifra es mucho, mucho mayor”.
A su vez, la académica explica que “hay muchos niños que fueron a los internados y que no volvieron a casa. Y nunca se les dio [a las familias] ningún tipo de explicación cuando preguntaron por sus hijos”.
Según explica Jeremiah Rodriguez, los informes de la CVR también muestran que toda vez que las escuelas cambiaron de ubicación, los registros de los antiguos lugares de los cementerios informales desaparecieron del conocimiento público. A su vez, el desinterés por registrar los motivos de muerte de los alumnos de dichas escuelas era habitual entre las autoridades, motivo por el cual estos hallazgos generan tanta conmoción.
Según expresó en un artículo Veldon Coburn, profesor adjunto del Instituto de Estudios e Investigación Indígena de la Universidad de Ottawa, “los 215 cadáveres de niños, algunos de tan sólo tres años, localizados en Tk’emlúps formaban parte de un programa colonial más amplio para liquidar a las naciones indígenas de su historia y cultura y cerrarles cualquier futuro. Para ello, Canadá puso en marcha un sistema para matar al indio en el niño”.
El investigador también refuerza que “las iglesias participaron en la gestión de la población casi desde el momento del contacto entre las coronas europeas y las naciones indígenas. La Iglesia católica, que llegaría a gestionar cerca del 60% de estas escuelas, fue un ocupante de la misma.” A su vez, el especialista señala que “en Tk’emlúps, la iglesia católica decidió que ni las vidas ni las muertes de indígenas eran dignas de ser conocidas, recordadas y conmemoradas.”
Ahora que han sido localizados, las familias sobrevivientes, las comunidades y las naciones pueden empezar a pensar en la custodia de los restos, el duelo y la conmemoración. Dependerá del estado canadiense proporcionarles todo el apoyo y los recursos necesarios tanto para la conmemoración como para que se continúe en la búsqueda de las víctimas de las escuelas residenciales.