Meses después de la muerte del fiscal Alberto Nisman, durante una de las tantas movilizaciones por supuesto esclarecimiento del caso, el mundo de las redes sociales logró captar a un personaje que rápidamente se viralizó: la “señora Bisman”. La misma afirmaba que el fiscal de la causa AMIA había sido asesinado por orden de la ex presidenta Cristina Fernadez de Kirchner. Emite en sus discurso la ya célebre frase: “Al pan, pan y al vino, vino. Sobre las cartas, la mesa”.
A ocho años de ser hallado sin vida el cuerpo del fiscal, la causa parece reducirse tan solo a eso: un meme famoso. Un ítem más del ideario popular que se suma al “Yabrán no se suicidó y está en otro país”, “Nestor Kirchner no estaba en el cajón”, “se robaron un PBI” y las supuestas “tres toneladas de pruebas”.
“A Nisman lo mataron” fue el relato sembrado por la rápida actuación de multimedios y referentes de la oposición al kichnerismo en Argentina. A ocho años, lo que haya sucedido en las Torres Le Parc, posiblemente quede en la nada o sea reavivado para agitar alguna gresca política momentánea. Sobre las cartas, la mesa.
En 2004, Nisman fue designado al frente de la causa AMIA por el presidente Néstor Kirchner, a través de la creación de una unidad especial para la investigación de la misma, y el mismo presidente sumó al jefe de contraespionaje de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado), el agente especial Jaime Stiusso. El presidente Kirchner firmó el acta de compromiso para el esclarecimiento de los atentados poniendo a disposición de Nisman los expedientes de los servicios de inteligencia.
Esa fue justamente una de las últimas y principales tareas del fiscal Nisman. Colocar una enorme mesa de tiempo y cajones sobre uno de los hechos más relevantes de nuestra historia reciente: el atentado a la AMIA perpetuado el 18 de julio del 1994. Una causa repleta de manipulaciones y pruebas eliminadas. Una causa tironeada por pistas que más tienen que ver con las tensiones geopolíticas entre EEUU e Irán, que por la verdad del caso. Una causa que evidencia la infiltración de servicios de inteligencia en la justicia local.
Las principales religiones abrahamanicas condenan el suicidio. El judaísmo en particular, sentencia a los suicidas a ser sepultados a los márgenes del cementerio. Sin embargo, los del fiscal fueron enterrados en el lugar denominado “de los mártires”, como víctima, a metros de los fallecidos por el atentado a la AMIA. El referente del PRO, rabino Sergio Bergman, afirmó en su momento que Nisman fue enterrado en el lugar correcto: “Nadie considera a Nisman un suicida sino una víctima de un crimen. A nadie se le ocurrió que sería enterrado en un estatus como tal, sino como una víctima”.
Durante el transcurso de la semana, el presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) Jorge Knoblovits insistió con que Nisman “no se suicidó”. “Ocho años exigiendo el esclarecimiento de su asesinato. Ocho años exigiendo justicia”, afirmó la asociación en sus redes sociales. Por su parte la Asociación Mutual Israelita Argentina también replicó en sus redes: “AMIA insta a los funcionarios judiciales a cargo de la causa a que procedan con celeridad e imparcialidad en el camino de la verdad y que brinden las respuestas que la sociedad en su conjunto están demandando”.
A pesar de las presunciones constantes de que el fiscal Nisman fue víctima de un ataque, al día de la fecha no apareció ninguna evidencia de la supuesta participación o accionar de grupos o agentes de espionaje que hayan ingresado al edificio Le Parc de Puerto Madero, o al departamento del propio Nisman. Tampoco hubo respuestas claras ni se avanzó sobre las conversaciones que Nisman había mantenido con figuras de Cambiemos, como la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, o la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Los tribunales de Comodoro Py aún se muestran activos y continúan utilizando la causa Nisman apuntando a la vicepresidenta Cristina Kirchner. Allí la hipótesis que más tiene apoyo, es que al fiscal lo asesinó un comando y que la mejor prueba de la operación es que numerosos agentes de la AFI hablaron intensamente por Nextel durante aquel fin de semana de la muerte de Nisman.
Tampoco hubo respuestas claras ni se avanzó sobre las conversaciones que Nisman había mantenido con figuras de Cambiemos
Ni la investigación paralela de Gendarmería Nacional durante la era macrista, ni el peritaje privado de la ex esposa del fiscal Arroyo Salgado, así como tampoco las acusaciones contra Diego Lagormarsino, su asistente personal, llegaron a prosperar. Sobre este último, el punto de partida ya es deficiente: ninguna persona en su sano juicio aporta un arma, que está registrada a su nombre, para cometer un crimen. Menos todavía un hecho que tendría enorme repercusión mundial. Está probado que ese sábado a la tarde, Lagomarsino se fue de Le Park a las 20.30 con 54 segundos. Después de esa hora, Nisman todavía chateó y habló por celular.
Por otro lado, 80 de las 101 cámaras de la Torre Le Parc funcionaban. Toda la información que aportaron esas cámaras están en manos de la fiscalía y comprueba los movimientos de cada uno de los elementos que cayeron bajo sospecha. No revelan absolutamente nada que contradiga la hipótesis de suicidio o afirme la de un homicidio.
Nadie, ni la fiscalía ni el juzgado ni ningún perito, ha trazado siquiera una hipótesis sobre cómo pudo ingresar alguien -un comando dice la Gendarmería- al complejo de Le Parc, cómo subió al piso 13º, cómo ingreso a un departamento que estaba cerrado por dentro y cómo entró y salió de un baño en el que no hay una sola pisada ni una huella ni rastros de ninguna pelea. Tampoco el cuerpo tiene señales de pinchazos, ni se ha registrado el uso de ketamina, supuestamente utilizada para dormir al fiscal y manipular el cuerpo.
La muerte de Nisman es un hito más de una larga línea de impunidad que comienza en julio de 1994 y permanece hasta el día de la fecha. Es un hito más en los casos que el sentir popular entiende que nunca se esclarecerán, pero en donde cada quien cree tener una porción de la verdad.
Cada argentino es un fiscal, o un periodista de investigación. Partes de un entramado de relatos de conversaciones de taxi, donde creen tener una prueba, un dato, un hilo conductor, pero que en definitiva se posiciona sobre los agrietamientos y las tensiones políticas y sociales que atraviesan nuestro país hace más de 20 años.