El próximo 19 de febrero se cumple el aniversario número 50 de las relaciones diplomáticas entre Argentina y la República Popular de China (RPCh). Fue durante la dictadura militar de Lanusse, en 1971, que se ordenó iniciar el caso acuario: una delegación encargada de normalizar las relaciones con China. El comunicado entre ambas naciones se firmó el 16 de febrero de 1972, en la ciudad rumana de Bucarest.
El 21 de febrero de ese mismo año, llegaba a Beijing Richard Nixon, era la primera vez que un presidente estadounidense pisaba China desde 1949 y la Revolución Cultural de Mao Zedong. La visita de Nixon iba a modificar no sólo la relación de Estados Unidos con China, sino la de los países alineados con los norteamericanos. Con la firma del comunicado conjunto entre China y Argentina, se deslizó la idea de que la Junta Militar estaba alineada con Estados Unidos.
El fallecido embajador y diplomático, Vicente Berasategui, formó parte de la delegación del caso acuario. Consultado sobre la excursión en una entrevista del 2015, explica: “el objetivo de la Cancillería era cerrar la negociación antes de que Nixon llegara a China y lo logramos por unos días, lo suficiente como para que Beijing viera una actitud independiente de nuestra parte”.
Posteriormente, las relaciones con China se mantuvieron en ascenso, incluso durante la dictadura militar de 1976-1983, gracias a los vínculos comerciales y una política de no injerencia en la política nacional. Cabe destacar que desde Beijing siempre apoyaron el reclamo argentino por la soberanía de las Islas Malvinas y esto continúa hasta la actualidad.
Durante los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem, el contexto mundial se hizo aún más complejo —caída del muro de Berlín y de la URSS— y surgieron presiones ideológicas para romper con la República Popular de China, ya que para una gran parte del mundo se sellaba “el fin de la historia”. A pesar de esto, las relaciones con la RPCh se mantuvieron.
Durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner, los vínculos con el gigante asiático subieron de nivel: visitas formales de presidentes, intercambio comercial, crecimiento en exportaciones. Entre 2003 y 2006, las negociaciones se dieron mediante el MERCOSUR y posteriormente fueron bilaterales. Se logró superar la crisis mundial de 2008, y en 2015 se firmaron 15 acuerdos comerciales entre ambas naciones.
Sobre el aniversario de esta relación bilateral dialogamos con Laura Bogado, directora del Centro de Estudios Chinos de la UNLP, quien sintetiza este vínculo bilateral a partir de un dato destacado: en estos cincuenta años, se han firmado más de 156 tratados, de los cuales la mayoría se encuentran vigentes.
“China sabe muy bien cuáles son sus objetivos. Aunque ellos saben que están en una posición geopolítica muy favorable, también saben cuáles son las debilidades de otros países (…) claramente tenemos que saber que estamos negociando con una super potencia”, destaca. Aún así, la titular del Instituto de Estudios chinos separa la forma en que el gigante asiático articula con el mundo. “China apuesta a una relación simbiótica, pero con soberanía de parte de los países con los que negocia”
Las repercusiones de la gira de Alberto Fernández
Del lado argentino, la última gira por China parece arrojar un saldo más que positivo, y ya se habla de “objetivos cumplidos”, aunque se reconoce que lo estrictamente relacionado a inversiones “llevará tiempo”. Puertas adentro en Casa Rosada, analizan que el destaque de la gira estuvo en el encuentro con dos de los mandatarios más influyentes del mundo, “lo cual marca el multilateralismo con el que trabaja el país en política exterior”.
Las inversiones que acordaron el Canciller argentino, Santiago Cafiero, y su par, He Lifeng, marcan un precedente histórico: se trata de la culminación progresiva de los 50 años de relaciones internacionales entre ambos países, con el ingreso de Argentina a la estratégica Ruta de la Seda.
En detalle, China se comprometió a invertir más de 23 mil millones de dólares a lo largo de varios años. Principalmente destinado a obras de gran infraestructura y el desarrollo ferroviario del país.
El financiamiento, entonces, será en dos tramos: uno, ya aprobado por 14 mil millones de dólares bajo el mecanismo del Diálogo Estratégico para la Cooperación y Coordinación Económica (DECCE) que comprende 10 proyectos de infraestructura, y un segundo por unos 9.700 millones de dólares, que la Argentina presentará en el grupo ad hoc creado para iniciar el trabajo tras la adhesión a la Franja y la Ruta de la Seda.
“La comitiva tenía objetivos claros y se van cumpliendo, pero claro que va a llevar su tiempo para que se materialicen, ya que son en muchos casos obras de envergadura que no se terminan en dos meses, sino que se desarrollan en varios años”, respondieron a ARGmedios desde Cancillería argentina.
Más allá de que lo acordado entre países tendrá efectos a largo plazo, el acercamiento demuestra también la vocación argentina de virar más allá de la órbita de los Estados Unidos. Si a esto se le agrega que la gira internacional de Alberto Fernández se dio apenas días después del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el intento por acercarse a la pujanza rusa-china es todavía más claro (y estratégico).
“Somos un país en continuo desarrollo y para eso tenemos que potenciar y seguir la guía de cómo crecer, generar empleo, determinar qué vamos a exportar y cómo vamos a lograr para que nuestra población viva mejor. Esto obvio, no es menester de este gobierno, sino de cualquiera que esté de turno”, agregaron voceros del canciller Cafiero.
En ese sentido, el gobierno de Fernández no solo piensa en las grandes potencias adversas a los EE.UU., sino que analiza la necesidad de fortalecer nuevamente la región. Desde Cancillería, sostienen que es necesario “potenciar los lazos en el Mercosur o la CELAC”. El gobierno del Frente de Todos pone en la balanza el efecto Chile, a través de la victoria de Gabriel Boric, y la posibilidad de que este año, Lula Da Silva vuelva al poder en Brasil: el famoso A-B-C que visionó Perón más de 50 años atrás.