El 9 de Julio hubo en San Nicolás, un paro (#9J), de quienes se autoproclaman los representantes del campo en su conjunto. En un país con la mitad del pueblo en la pobreza, una pandemia a cuestas y en el marco del plan de vacunación más grande de la historia, me cuesta creer que haya un sector tan pequeño y con tanto poder que no pueda sentir el dolor de nuestra gente.
Vale aclarar que los dueños del agronegocio son una parte pequeña del campo pero tienen la mayoría de las tierras -el 10% más concentrado tiene más del 70%-, las maquinarias y manejan las exportaciones.
No entiendo cómo la única preocupación es aumentar su renta cuando se trata del grupo económico que más ganó en los últimos años, con la mayor cantidad de dólares liquidados de los últimos 18. ¿Cómo puede ser que, con tanto dinero y tierra no fueron capaces de poner a disposición ni un plato de comida en la mesa de los argentinos y argentinas durante la pandemia? Eso lo hicieron los pequeños y medianos productores.
Como productora, me encuentro con los problemas de la mayoría que trabaja en zonas rurales. Si sube el dólar sube el precio de los insumos; el precio del alquiler de la tierra está a niveles usureros; el acceso al crédito es inalcanzable; los caminos rurales no tienen mantenimiento; es casi imposible disponer de servicios básicos; y ni hablemos del acceso a salud y educación dignas.
Obviamente hay cuestiones de fondo por las que deberíamos reclamar las pequeñas y pequeños productores pero nada tiene que ver con la agenda de Luis Miguel Etchevehere, exsecretario de agroindustria durante el gobierno de Macri. No desarrolló ninguna política pública para el sector de la agricultura familiar, retiró el monotributo social agropecuario, desmanteló la Secretaría de Agricultura Familiar con despidos masivos, y la lista sigue.
Lamentablemente, quienes movilizaron el viernes critican las medidas que hizo el gobierno nacional para que la especulación no le gane al derecho del pueblo a alimentarse. En ese sentido, la crítica a los supuestos usurpadores olvida como se hicieron de la tierra en la llamada Conquista del Desierto, o como alientan y presionan para quedarse con tierras a fuerza de desalojos constantes a campesinos y pueblos originarios de las tierras en las que viven desde antes que lleguen en barcos.
Los productores y productoras no estamos pidiendo que nos regalen nada, queremos trabajar dignamente y acceder a la tierra. No queremos la condena de tener que migrar por todo el país por una pequeña diferencia para poder vivir un poco mejor, a pesar de que nos esforzamos y trabajamos de sol a sol.
Por ser parte de la mayor expresión del trabajo en el campo –la agricultura familiar, campesina e indígena representa más del 80%-, considero que nuestro rol en este momento de crisis tiene que ser garantizar los alimentos a precios justos y que las políticas de un gobierno popular tienen que priorizar este objetivo clave. El alimento tiene que ser una causa nacional y ese sentido, es fundamental repoblar el campo y para ello lo mínimo e indispensable es generar las medidas sociales para que quienes trabajamos la tierra vivamos mejor y se nos valore.
Hoy queda muy claro que el debate sobre modelo productivo debe ser parte de la agenda de cualquier proyecto de país soberano. La Patria es de ellos, los dueños de la tierra y el agronegocio, o es de todxs.