Camila Muller es una docente de historia, profesora de arte y yoga en Jujuy. En la madrugada del pasado 27 de junio golpearon la puerta de su casa. Al menos tres personas ingresaron: un varón la tabicó y le tapó los ojos. Posteriormente le pusieron un trapo húmedo en la boca y le realizaron tres simulacros de ahorcamiento, en donde Camila creyó que moriría luego de varios minutos de asfixia. Otras dos mujeres le gritaban a su lado y la golpearon en el piso.
Camila, además, asegura que fue abusada.
“Dejá de mover el culo y de hacerte la revolucionaria, sos una puta”, le dijeron antes de irse.
En una extensa entrevista que dio para el Diario Tiempo Argentino, la mujer describe que previamente al ataque por parte de una especie de grupo de tareas, reconoció que la seguían: primero una camioneta cuya patente no pudo ser identificada, después un móvil policial que aceleró en un semáforo en rojo, cuando Camila lo advirtió.
Días después fue violentada en su casa, ahorcada y además, abusada.
Muller trabajaba en el Estado provincial hasta que llegó la gestión de Gerardo Morales. Cuenta que como realizaba tareas de acompañamiento a la organización Tupac Amaru, fue despedida en cuestión de días con la nueva gestión de Juntos por el Cambio.
”Hay una gran persecución política desde el inicio de esta gestión y quienes elegimos no negociar, pagamos estas consecuencias. Principalmente, la persecución se dio a quienes hemos estado vinculados al movimiento Tupac Amaru. Yo trabajé en el Ministerio de Educación, a partir de ahí no estuve en relación directa con el movimiento pero desde el ministerio ayudaba en la redacción del proyecto educativo institucional de la escuela Tupac Amaru, Bartolina Sisa. En ese contexto, me quedo sin trabajo”, cuenta la docente a Tiempo.
Camila nació en Córdoba, pero se radica en la provincia del norte desde hace varios años.
Cuando la protesta docente estalló en Jujuy, salió a la calle con sus compañeros y compañeras. Muchos de ellos, cansados por la precarización laboral y por el grado de persecución que aseguran, se vive para quienes piensan distinto al régimen que instaló Morales desde que llegó a su gobierno.
Desde aquel momento, las fuerzas de Seguridad de la provincia no solo desataron represiones indiscriminadas en todo el territorio, si no que se encargaron días después de perseguir a quienes habían salido a protestar por el reclamo docente y contra la Reforma Constitucional.
Como en la dictadura
Tal como cuenta Muller para Tiempo Argentino, el día en que personal de civil ingresó a su domicilio y la torturó, su vida cambió para siempre.
“Abro la puerta y me empujan, el que me empuja era un varón, logro verle un barbijo negro y una capucha y ya no vi más. Como en una maniobra que de a poco voy reconstruyendo en mi cabeza él me levanta la camiseta que llevaba puesta y me tabica. Me cubre los ojos y la cabeza dejando libres la nariz y la boca. Con las mismas mangas me ata por detrás de la cabeza; mientras él hacía eso, sentía manos que llevaban las mías a mi espalda y escuché el sonido del precinto”, relata la docente.
“Me pusieron un trapo sucio en la boca, era como una rejilla que parecía estar embebida en nafta o aguarrás. Luego en la pericia me dijeron que podría ser un líquido que antes se usaba para las traqueotomías, algo que te anestesia, te duerme. Todo esto fue muy rápido, por mi cabeza pasaba la idea de que me iban a secuestrar, a chupar; esto estuvo pasando noches antes en otras casas con personas que habían participado de la marcha del 20″, describe posteriormente.
Creo que es un mensaje para todos los involucrados en la lucha
“Creí que me secuestraban pero cerraron la puerta de casa y me pusieron un cable en el cuello. Con eso que era un cable, un cinto, me empiezan a ahorcar, a cortarme la respiración. Sentía que me estaba muriendo, tenía la boca con ese trapo, no podía respirar y cuando no pude más, como si esta persona supiera, me soltó y volví a respirar”, sigue, en diálogo con la periodista María Soledad Iparraguirre.
Camila cuenta que desde ese día sufre ataques de pánico y por las noches “sueña que se ahoga”. También describe lo que le dijeron las dos mujeres que estaban a su lado y cómo la golpearon en el piso.
“Cerrá la puerta con llave, mamita que hay mucha gente mala dando vueltas”, le dijeron antes de irse. «Hay muchos piqueteros», agregó el hombre, mientras se reían.
“Siento que esto no es algo personal, que no es para mí sino para el colectivo de artistas. Particularmente esta es una lucha en la que les artistas tenemos un rol muy notorio, desde las canciones, la potencia, la polenta, estar días y noches en el acampe, el corte de rutas, con una presencia muy fuerte. Creo que es un mensaje para nosotres- el colectivo del arte- y para todos los involucrados en la lucha”, cierra la mujer.